"La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya hay que morirse".
Joaquín Sabina
Como
haciendo
el pare de una esquina en el
callejón de nuestro destino, un momento de nuestra existencia nos
detiene para hacer una pausas en el
itinerario de nuestra vida. La mirada cargada de
recuerdos y el corazón invadido de
melancolías, reproches y
arrepentimientos, son el
reflejo de un presente que hace reclamos
al pretérito; y ante la carencia de todo
argumento, solo queda un frustrado
anhelo de detener lo que ya ha
dicho hasta luego.
El
cansancio de haber corrido inútilmente tras
una quimera que nunca tuvimos, nos hace
balance de lo que no vivimos.
¿Cuántas
personas llegaron a hacernos compañía y
solo vimos su despedida? días cargados de
sorpresas que pasaron como
simple rutina, años de inocencia y
libertad en una infancia que solo
vimos pasar, para luego abrir los ojos y darnos cuenta que ya no
éramos niños, sino jóvenes presos de
una sociedad. Inocentemente convencido
que la vida se paralizaba en ese punto del
camino, creímos vivir,
sin saber de qué
modo, sin tener un qué ni para qué. El resultado final es que ya no
somos niños, ya no somos jóvenes; ya, se
nos acaba la
vida.
Ante
tal balance, confundidos no sabemos qué es lo que más miedo nos da. Si es saber
que nos vamos
a morir, o saber que en verdad
nunca hemos vivido, y no tanto el no haber vivido, como el descubrir que si no lo hicimos la
cinta es irreversible; y cuanto
menos de ella queda, mayor es la confusión
que al final termina con una angustiante
desesperación.
Es
ahí cuando reconocemos que la vida es un instante
que se
pasa en un abrir y cerrar
de ojos, un
soplo que pasa con el viento; y ante
tal inmediatez no hay otro camino que vivir, no hay otro
camino que comprender
que todo en esta corta existencia ha de
pivotar sobre ese punto céntrico que le da
razón y sentido a lo demás.
Adentrado
en reflexionar sobre lo importante de
tomar consciencia de la vida en
el aquí y el ahora, en esta ocasión quiero compartir un poema
de confusa autoría atribuido al argentino
Jorge Luis Borge o a la norteamericana Nadine Stair, tema en el que no
me centraré en esta reflexión, en el cual el autor o
autora, al llegar a cierto
instante de su vida logra
descubrir que ya se
le ha pasado; y como pidiendo una
revancha, expresa todo aquello
que le gustaría hacer. Pero desdichadamente ya no tiene
fuerzas, ya no tiene tiempo, ya no tiene vida
para ello.
INSTANTES
Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima, trataría de cometer más
errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría
más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con
seriedad.
Sería menos higiénico, correría más riesgos.
Haría más viajes, contemplaría más
atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares donde nunca he ido,
comería más helados y menos habas.
Tendría mas problemas reales y menos
imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente
cada minuto de su vida.
Claro que tuve momentos de alegría, pero si
pudiese volver atrás,
trataría de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la
vida, solo de momentos.
No te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iba a ninguna
parte, sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un
paracaídas.
Si pudiese volver a vivir, viajaría más
liviano.
Si pudiera volver a vivir, comenzaría a andar
descalzo a principios de la primavera y seguirá así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más
amaneceres y jugaría con niños.
Si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy
muriendo.
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