COMPARTIENDO CONOCIMIENTO





La vida es un caminar...
y cada día que pasa un avanzar.

viernes, 18 de octubre de 2013

Reflexionando desde la poesía: CUANDO TÚ ESTABAS

Vos sabés en esta  excursión a  la muerte  que  es  la vida, me siento bien acompañado
me siento casi con respuestas. 
(Mario Benedetti)




Cuando  tú estabas. 

A pesar de  que  parezca  sencillo  comprender, desde una perspectiva racional, que  la muerte  es  parte  de la  vida, que  desde el momento en que nacemos ya  estamos  caminando  hacia ella, como  lo  expresa  Mario Benedetti: “esta  excursión  a  la a muerte  que  es  la  vida”;  aun sabiendo  que  todos nos  vamos  a morir por  simple  ley natural, siendo la  muerte  parte de un  ciclo; no podemos negar que es  difícil aceptar y  asumir la partida  de  un ser  querido, cuyos  recuerdos  siguen  vivos  en la memoria de  quienes aún continuamos  en la  excursión. 

Una vez inmersos en la  experiencia del duelo, la  razón parece  perder  su cordura para sumergirnos  en sentimientos  de  tristeza, nostalgia  y  melancolía encerrándonos  en una  disyuntiva, de saber  si es  más  doloroso mirar  hacia  adelante el desierto de  la  desolación que  choca con el muro de  lo irreversible cuyo soporte es  la desesperanza; o mirara  hacia  atrás el eco  de  los  recuerdos  que  nos  llenan de  tristeza y de  vez  en cuando nos  roban una  sonrisa.

La  fuerza  del amor  que no tiene fronteras, le da vida  al recuerdo  de  todo  aquello que  de bondadoso, noble y bello  tenía  esa persona, los  recuerdos de las experiencias compartidas  se  pasea por  nuestra  propia  historia,  para hacernos descubrir  que  aunque  ahora esa persona  siga  presente en un estado  diferente, cuando estaba;  su presencia  física todo lo hacía    diferente. Su ausencia  ha  cambiado   nuestra vida, ha  cambiado nuestra  historia; su ausencia es  una nueva  presencia y un vacío  que  toca comprender para darle  lugar en nuestro  acontecer. 

Mientras  mayor  sea  el tiempo compartido con  una persona, mayor  serán  las  experiencias vividas; mientras  mayor  sea  el vínculo de  amor,  mayor  será  el efecto  del  dolor, mayor  será  su ausencia  en nuestras  vidas. La  forma  de  extrañarle será más  fuerte. Evocará  su  recuerdo cada  fecha memorable: un cumpleaños, una  salida y  cuanto más intenso sea el sentimiento,  hasta  el encuentro más elemental de sentarse  juntos  en una banca para mirarse los  rostros silenciados, se  convertirá en un acontecimiento significativo  para  recordar.  

La experiencia  de la muerte  a  todos  nos  incluye en su  guion, en ocasiones como personajes de  la  escena en que  levantamos  la  mano para  decir adiós y  en otras para ver las manos  de quienes  las  levantan para despedirnos. En tal sentido, todos  nosotros  que un día nos  vamos  a morir hemos  visto  partir en algún momento de nuestra  vida algún ser querido. 

En esta  ocasión  comparto un  texto  de mi autoría que escribí a una persona que pasaba  por una experiencia de  duelo,  en el cual  expreso  ese  sentimiento que  encierra la experiencia de recordar a un  ser  amado  que  ya  no  está  con ella, pero  que  su recuerdo sigue  vivo, aunque  su  ausencia desvele  la diferencia que  generaba  su presencia.


CUANDO  TÚ ESTABAS  


Cuando  estabas  tú,  
 era todo diferente,
sí que era diferente,
tus  manos toscas,
marcadas por las  tragedias  de la  vida
pero  suaves y llenas de  ternura
me  sabían  consolar.

Tus  brazos  cual  cuna  de  comprensión,
cual  baluarte  de protección,
me  hacían sentir  seguridad
en esta  vida  que  a veces
 se muestra  tan dura.

Tus  ojos  como luceros  irradiantes
me  iluminaban  en la  vida,
y  me  consolaban  en la melancolía,
una mirada tuya me   bastaba  para  saber,
que  no estaba  sola,
 ni  de noche ni de  día.

Tus  pies  marcados  por el camino
de una historia  que  habías  de  recorrer,
me  hacian  sentir  que  caminar  no era  dar  pasos,
pues me  enseñaban que caminar  era  saber  hacia  dónde  ir.

Tus  palabras  sabias  me  sabían  orientar,
me  sabían  consolar,
pues  tanto  sabias  de mi
que  en la  alegría  y  en la melancolía
sabias  lo que me  tenias  que decir.

Tus  oídos  siempre  dispuestos para mi,
dispuestos no solo a oír,
siempre  dispuestos  a  escuchar
aunque solo fueran mis locuras,
aunque  solo  fueran mis travesuras.

Guardabas mis  secretos,
cuan  tesoro escondido,
seguros  en tus oídos
y  sellados  en  tu confianza.

Pero  hoy  no estás,
silenciosa   y quieta  te  he  visto partir,
y todo es  diferente,
sí  que es  diferente,
anhelo  tu presencia
y  me  duelo en tu ausencia.

Sólo  me  quedan tus recuerdos,
sólo me  quedan  tus miradas,
sólo  me  quedan tus  palabras
sólo  me queda  tu  efigie  en mi mente  grabada.

Sé  que me  miras  y  me  esperas
sé  que descansas  y me acompañas,
descansa  mientras  yo  peregrino
que  mañana  quizás  estemos juntas.


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