Vos sabés en esta excursión a la muerte que es la vida, me siento bien acompañado
me siento casi con respuestas.
Cuando tú estabas.
A
pesar de que parezca
sencillo comprender, desde una
perspectiva racional, que la muerte es
parte de la vida, que
desde el momento en que nacemos ya
estamos caminando hacia ella, como lo
expresa Mario Benedetti: “esta
excursión a la a muerte
que es la
vida”; aun sabiendo que todos
nos vamos a morir por
simple ley natural, siendo
la muerte parte de un
ciclo; no podemos negar que es difícil
aceptar y asumir la partida de un
ser querido, cuyos recuerdos
siguen vivos en la memoria de quienes aún continuamos en la
excursión.
Una
vez inmersos en la experiencia del duelo,
la razón parece perder
su cordura para sumergirnos en
sentimientos de tristeza, nostalgia y melancolía
encerrándonos en una disyuntiva, de saber si es
más doloroso mirar hacia
adelante el desierto de la desolación que
choca con el muro de lo
irreversible cuyo soporte es la
desesperanza; o mirara hacia atrás el eco
de los recuerdos
que nos llenan de
tristeza y de vez en cuando nos
roban una sonrisa.
La fuerza
del amor que no tiene fronteras,
le da vida al recuerdo de
todo aquello que de bondadoso, noble y bello tenía
esa persona, los recuerdos de las experiencias
compartidas se pasea por
nuestra propia historia, para hacernos descubrir que
aunque ahora esa persona siga
presente en un estado diferente, cuando
estaba; su presencia física todo lo hacía diferente. Su ausencia ha
cambiado nuestra vida, ha cambiado nuestra historia; su ausencia es una nueva
presencia y un vacío que toca comprender para darle lugar en nuestro acontecer.
Mientras mayor
sea el tiempo compartido con una persona, mayor serán las experiencias vividas; mientras mayor
sea el vínculo de amor, mayor será
el efecto del dolor, mayor
será su ausencia en nuestras
vidas. La forma de
extrañarle será más fuerte. Evocará
su recuerdo cada
fecha memorable: un cumpleaños, una
salida y cuanto más intenso sea
el sentimiento, hasta el encuentro más elemental de sentarse juntos
en una banca para mirarse los
rostros silenciados, se convertirá
en un acontecimiento significativo
para recordar.
La
experiencia de la muerte a todos nos incluye
en su guion, en ocasiones como
personajes de la escena en que
levantamos la mano para
decir adiós y en otras para ver
las manos de quienes las
levantan para despedirnos. En tal sentido, todos nosotros
que un día nos vamos a morir hemos
visto partir en algún momento de
nuestra vida algún ser querido.
En
esta ocasión comparto un
texto de mi autoría que escribí a
una persona que pasaba por una
experiencia de duelo, en el cual expreso
ese sentimiento que encierra la experiencia de recordar a un ser
amado que ya
no está con ella, pero que su recuerdo sigue vivo, aunque su
ausencia desvele la diferencia
que generaba su presencia.
CUANDO TÚ ESTABAS
Cuando estabas tú,
era todo diferente,
sí que era diferente,
tus manos toscas,
marcadas por las tragedias de la
vida
pero suaves y llenas de ternura
me sabían consolar.
Tus brazos cual cuna de
comprensión,
cual baluarte de protección,
me hacían sentir seguridad
en esta vida que a veces
se muestra tan dura.
Tus ojos como luceros irradiantes
me iluminaban en la vida,
y me consolaban en
la melancolía,
una mirada tuya me bastaba para
saber,
que no estaba sola,
ni de noche ni de día.
Tus pies marcados por el camino
de una historia que
habías de recorrer,
me hacian sentir que caminar
no era dar pasos,
pues me enseñaban que caminar era
saber hacia dónde ir.
Tus palabras sabias me
sabían orientar,
me sabían consolar,
pues tanto sabias de mi
que en la alegría y en
la melancolía
sabias lo que me tenias que
decir.
Tus oídos siempre dispuestos
para mi,
dispuestos no solo a oír,
siempre dispuestos a escuchar
aunque solo fueran mis locuras,
aunque solo fueran mis travesuras.
Guardabas mis secretos,
cuan tesoro escondido,
seguros en tus oídos
y sellados en tu confianza.
Pero hoy no estás,
silenciosa y quieta te he
visto partir,
y todo es diferente,
sí que es diferente,
anhelo tu presencia
y me duelo en tu ausencia.
Sólo me quedan tus recuerdos,
sólo me quedan tus miradas,
sólo me quedan tus palabras
sólo me queda tu efigie en
mi mente grabada.
Sé que me miras y me
esperas
sé que descansas y
me acompañas,
descansa mientras yo peregrino
que mañana quizás estemos
juntas.
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