COMPARTIENDO CONOCIMIENTO





La vida es un caminar...
y cada día que pasa un avanzar.

lunes, 29 de febrero de 2016

Formación y desarrollo: EL MAYOR ADVERSARIO DE UN SUEÑO ESTÁ DENTRO DEL SOÑADOR.


No es verdad que la gente pare de perseguir sus sueños porque sean mayores, se hacen mayores porque dejan de perseguir sus sueños.

(Gabriel García Márquez)



 El mayor adversario de un sueño está  dentro del soñador.

Una  característica  de  sentirse  vivo es experimentar  esa  fuerza interior que nos  mueve a luchar  por  algo,  es tener  la  visión de alcanzar significado y trascendencia  en la vida. Para ello es fundamental descubrir los sueños que le dan propósito y   sentido a nuestra  existencia; pues la  falta de  sentido en la vida es  una  de las principales causas de suicidio en el mundo ya que una vida sin sentido no tiene sentido vivirla. 

La Biblia en el libro del Génesis  nos  narra la historia de un hombre  llamado José, el hombre de los sueños; quien al contar a  sus  hermanos los sueños que había  tenido fue burlado, rechazado, traicionado y vendido; no obstante, nada de  lo que le hicieron impidió que se cumplieran sus sueños, ni las acciones de sus hermanos en contra de  él, ni las adversidades que  encontró luego en su camino impidieron que su sueño se hiciera realidad.

Tener sueños trascendentales que le den sentido y propósitos a la vida implica saber que nada  será  fácil, que en el camino vamos  a encontrar adversarios  de  sueños que  se manifestarán en  forma de personas y situaciones. Como José que encontró el primer obstáculo en sus hermanos; todos  vamos a encontrar  esos asesinos  de sueños muchas  veces  en el círculo más  cercano de nuestra  convivencia, las personas que nos  rodena que  con sus palabras y pensamientos negativos matan las ilusiones de los  demás, a veces  de  forma consciente  y otras sin darse cuenta.

Cuando emprendemos la realización de un sueño hemos de saber que la  razón para  luchar y conseguir ese sueño no está fuera de nosotros, no está en las otras personas, ni en las situaciones del entorno que se nos presentarán en el camino ya que  siempre vamos a encontrar adversidades, siempre  vamos a encontrar personas que nos dirán  que estamos equivocados, que lo que estamos soñando no es posible, nos  dirán que no podemos hacerlo, nos pondrán barreras para que  no luchemos ni hagamos  realidad  nuestro  sueño; encontraremos adversarios de sueños.

Siempre me  ha llamado la  atención en la historia de éxito de grandes personajes de la Biblia, del mundo de los negocios, del arte, la ciencia o la literatura; la manera como estas personas fueron capaces de  anteponerse a las adversidades que iban en contra de sus sueños; fueron capaces de vencer los asesinos de  sueños que encontraron en el camino; por ejemplo Moisés el gran libertador de la  esclavitud de  Israel; el primer asesino que tuvo que vencer lo encontró dentro de sí mismo, en su propio miedo e inseguridad personal; luego siguió enfrentando adversidades en sus mismos familiares y compatriotas, hasta llegar a enfrentar y superar las resistencias del faraón para ver cumplido su sueño y su misión.

En el caso de Moisés podemos ver que el proceso de vencer los adversarios de  sueños comienza de  dentro hacia  fuera, comienza superando las adversidades interiores que se encuentran en nuestros temores e inseguridades personales para  ir venciendo las que están fuera  de nosotros; mientras no hayamos vencido nuestros barreras interiores no podremos vencer las barreras exteriores, pues el mayor adversario de un sueño es el soñador. Cuando hacemos el proceso desde afuera hacia dentro, tenemos mayor probabilidad de ver asesinados nuestros sueños; ya que dejamos de ser protagonistas y responsables para convertirnos en víctimas de los demás y de las situaciones; descargamos la  responsabilidad en la situaciones externas y echamos la culpa a los demás de nuestro fracaso cuando realmente el asesino más fuerte lo llevamos dentro de nosotros mismos.

Tener un sueño no es  garantía de verlo  realizado ya que  mientras  no emprendamos la lucha de vencer nuestros asesinos interiores, para estar fuertes en la lucha contra los  asesinos exteriores,  nuestros sueños no dejarán de ser más que sueños.


jueves, 7 de enero de 2016

Formación y desarrollo: LA PORCIÓN DE LA COSECHA ES LA MEDIDA DE LA SIEMBRA.

“Da lo que tienes para que merezcas recibir lo que  te  falta”.
(Agustín de Hipona)



La porción de  la cosecha es la medida de la siembra.

Con el paso del tiempo he  ido comprendiendo que  la  vida  es una constante  siembra en la que  el ser humano cada  día recoge  los  frutos  de  lo que ha sembrado en sus  días pasados. De manera  especial las  relaciones interpersonales, con Dios y consigo mismo son una siembra permanente  en la  que  podemos  ver los  frutos de lo que hemos sembrado y  cultivado;  al respecto me impacta un verso  de la  Biblia en la segunda  carta de Pablo a los Corintios que  dice: “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra  generosamente, generosamente  también segará”; por  eso lo que  damos a otros a nosotros nos  lo damos; y lo que negamos a los demás, a nosotros nos lo negamos.

Cada  vez que dedicamos tiempo estamos sembrando. Dedicar  tiempo a  Dios es  sembrar  en nuestra  vida de fe, dedicar  tiempo a las personas es cultivar las relaciones interpersonales, dedicarnos tiempo para nosotros mismos es cultivar nuestro desarrollo personal.

En las relaciones interpersonales el tiempo que dedicamos a otras personas para escucharlas, saludarlas e  interesarnos por  ellas es una  siembra que  fortalece la  relación, que permite cultivar en el corazón de la  otra persona un valor trascendental  mediante el cual podremos recoger los frutos en cualquier momento de la vida.

Muchas veces servimos a otras  personas o damos una ayuda desinteresada a  alguien  sin recibir  nada  a cambio y erróneamente podemos pensar que no tiene ningún significado lo que hemos  hecho; no obstante, todo lo que hacemos tiene que ver con el proceso de  causa efecto, si damos a otros nos  damos  a nosotros  mismos, porque lo que  compartimos nos  produce frutos espirituales y materiales, por algo  dice también la Biblia en el libro de los Hechos: “Hay más  alegría en dar que en recibir”.

En el mismo sentido aplica  esta  ley espiritual con el efecto contrario, cuando somos  mezquinos recibimos  mezquindad, el mal que hacemos a otros es el mal que nos hacemos,  lo que le  quitamos  a  otros no lo quitamos  a nosotros mismos porque  así serán  lo frutos  que vamos  a  recoger.

El bien que  recibimos en esta  vida y el gozo de disfrutar  el bien recibido,  es el  fruto de lo que sembramos y  cultivamos día  a día, y este  principio no tiene  atajos, como el campesino que no puede  exigirle  tomates a un árbol que no ha sembrado y regado, nadie  puede exigirle los  frutos a una relación que no ha cultivado, equivocadamente muchas veces buscamos  recibir  sin dar, y esto es tan ilógico como decirle a una planta que  cuando nos  dé frutos entonces la  sembramos y la regamos, ¿Tendría sentido pretender que ella nos dé frutos y después sembrarla y cuidarla?

 En el campo de la fe Dios nos da el mayor ejemplo, él nos amó primero y no porque nosotros le hayamos amado primer a  él, pero si no le amamos y cultivamos nuestra relación con El, no podemos experimentar  el gozo de su amor y los bienes de una  vida  abundante que se experimentan mediante una  estrecha  relación de  fe con El, es decir si no regamos el árbol no podemos saborear los  frutos que este  nos ofrece.

 Quizás esté pensando que  ha servido a  muchas personas y estas nunca le sirven a usted, que usted hace el bien a alguien y esta persona no le trata igual. Permítame  decirle que el principio no se ha dejado de cumplir y usted no ha perdido su siembra.

¿Alguna  vez  ha  recibido un bien, una  ayuda o servicio de  alguien que no conoce, de alguien que sin usted  esperar le ha permitido recibir los frutos  de un árbol que no ha  sembrado? Pues justamente esos frutos son los frutos de lo que usted ha sembrado en otros, porque  de esta manera opera la abundancia del bien, de esta manera es como circulan los frutos, pues si solo sirviéramos, ayudáramos o compartiéramos con los que nos  sirven, ayudan o comparten con nosotros viviríamos en un círculo cerrado, la abundancia de los  bienes estaría  limitada y encerrada.