No necesitamos que nos ataquen, sino que nos ayuden. El perdón forja un contexto nuevo, dentro del
cual es más fácil que podamos cambiar.
(Marianne Williamson)
(Lucas 18, 9-14)
(Lucas 18, 9-14)
Una oración con humildad
es una oración liberadora.
El
pasaje bíblico de la parábola que nos propone el evangelista san Lucas
pone de
manifiesto el tema de la oración, de manera específica
en el parangón de
dos modos de
orar que se fundamentan en dos
actitudes diferentes. Cada
actitud en la oración suscita ante Dios
una reacción distinta y surge
ante el orante un efecto diferente.
En
el contexto del pasaje, de manera específica Jesús hace una crítica
a la actitud de los
fariseos que se consideran justificados
por
su cumplimiento de la ley
y se consideran con el derecho de menos
preciar a los demás.
“ Esta nueva
parábola va dirigida a
algunos que se sentían por
justos y despreciaban a los
demás: Quienes se creían buenos
y justos
lo hacían a partir de una serie
de normas y preceptos que cumplían
a cabalidad, y desde aquí se
sentían con todo el derecho de
presentar en su oración una especie de cuenta de cobro por las
cosas buenas que hacían. ( La Biblia de nuestro
pueblo Luis Alonso Schöquel)
PARA TENER PRESENTE.
La oración. Los dos
hombre suben al
templo, lugar del culto, de la oración y encuentro con Dios; no obstante,
para cada uno la oración es una
experiencia con un sentido diferente. Para
el
fariseo la oración es el
medio de exaltar
su ego, sentir su superioridad ente los demás
y sacarle cuentas a Dios por
su cumplimiento de la ley, no hay
petición debido a su autosuficiencia, no
necesita de él. Al final termina siendo una
experiencia de distanciamiento de Dios.
Por
otro lado la oración es para el
recaudador (pecador) la experiencia para buscar una oportunidad
de reconciliación con Dios, es una experiencia
de resarcir su
vida mediante el arrepentimiento de aquello que reconoce que
ha hecho mal. Su oración
manifiesta necesidad del favor y la compasión de Dios, no como merito sino
como don gratuito. En fin la oración
es experiencia salvadora y justificadora.
Las posturas de los dos hombres. Ambos
estaban frente a Dios, es decir
estaban en igualdad de condición por su
vida de pecado, ante Dios los dos son iguales como personas, y como
pecadores que buscan a Dios; Jesús expresa que él no hace distinciones ni discriminaciones, la diferencia no
la marca Dios sino
la manera en que cada uno se sitúa ante
él.
Las
posturas corporales reflejan las
actitudes de los dos personajes del parangón que Jesús está estableciendo especialmente para resaltar
la actitud del hombre arrogante que representa
a los fariseos a
quienes Jesús está cuestionando. A su vez lo que
Jesús busca es prevenir a sus discípulos de llegar
a caer en tal actitud.
El fariseo estaba cerca; es decir,
se sentía confiado, estaba erguido en su soberbia por la seguridad de sus
obras de cumplir la ley
(ayunaba, no era adultero y pagaba el
diezmo). “Su seguridad no deriva de su fidelidad a la relación con Dios, de su alianza de
amor con él, sino que surge de
sus propias <obras> de piedad, las
cuales, según ellos expresan su sumisión a la ley”.(P.
Adalberto Sierra); además esa seguridad es
posición de superioridad que le
da autoridad para despreciar
a los demás.
El
publicano a su vez se sitúa en el último lugar, se
queda atrás, y su
rostro está inclinado al suelo
al no sentirse capaz de
levantar los ojos al cielo,
es decir
a Dios. Su posición denota un acto de arrepentimiento, humildad y humillación. Es
una actitud que expresa reconocimiento de las faltas cometidas, no niega sus delitos y
manifiesta su arrepentimiento golpeándose
el pecho.
Quien se encumbra será
humillado, quien se humilla será encumbrado. Jesús
recapitula estos dos tipos de oración y sus respectivas consecuencias en dos
oposiciones: «encumbrar–abajar» y «abajar–encumbrar». La primera (encumbrar–abajar),
expresa la acti-tud del fariseo al orar y la consecuencia de su oración. La
segunda (abajar–encumbrar), la actitud del recaudador y su correspondiente
consecuencia.
Dios
instituyó y reclama la igualdad de todos los seres humanos (cf. Lc 3,5); la humillación
que él provoca es, entonces, la igualdad de todos los hombres, que exige
renunciar al afán de privilegios y de singularizarse por encima de los demás
seres humanos. Ese abajamiento deberá mostrarle al fariseo el verdadero camino
del encuentro con Dios (cf. Lc 3,4). (P. Adalberto Sierra)
ENSEÑANZAS.
1. El sentido de la oración no
está en tratar de justificarnos
ante Dios por nuestros propios
méritos, sino en dejarnos
justificar por el amor
de Dios ante nuestras
limitaciones y carencias. La oración es
experiencia de la bondad de Dios.
2. Así como una obra
negativa en nuestra vida
puede ser superada y transformada por una actitud de
humildad y arrepentimiento de nuestra
parte; de igual manera, una buena acción
en nuestra vida puede perder todo su valor y ser desvirtuada por una
actitud arrogante,
utilitarista o de mero cumplimiento
legalista.
3. La generosidad, compresión y compasión
que negamos a los demás, ante
sus limitaciones y errores, es la generosidad, comprensión y
compasión que nos negamos
a nosotros mismos, ya que ante
Dios todos somos iguales, y en el fondo todos tenemos nuestras penumbras.
4. Ante Dios somos iguales, por eso quien se
cree estar por encima de los demás,
amparado en su arrogancia, Dios lo abaja; y
quien al humillarse se siente
por debajo, Dios lo levanta, lo reincorpora y lo nivela al
punto de equilibrio en el que todos somos
iguales para él.
5. Exaltar con arrogancia lo “bueno” de
nuestras acciones; y la tendencia a enfocarnos
en las limitaciones y sombras de los
demás, suelen ser el camino de huida o
distracción que nos genera el temor
de afrontar nuestras propias
sombras y limitaciones.
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