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y cada día que pasa un avanzar.

sábado, 26 de octubre de 2013

Píldoras del evangelio. UNA ORACIÓN CON HUMILDAD ES UNA ORACIÓN LIBERADORA.



No  necesitamos que nos ataquen, sino que nos  ayuden. El  perdón forja un contexto nuevo, dentro del cual es más  fácil que podamos cambiar.
(Marianne Williamson)

(Lucas 18, 9-14)



Una oración con humildad es una  oración liberadora. 

El pasaje  bíblico  de la parábola que  nos propone el evangelista san Lucas pone  de  manifiesto el tema  de la  oración, de manera  específica  en  el  parangón de  dos  modos  de  orar que se fundamentan en dos  actitudes  diferentes. Cada actitud en la  oración suscita ante  Dios  una  reacción distinta y surge ante  el orante un efecto diferente.

En el contexto del pasaje, de manera  específica  Jesús  hace  una  crítica  a  la  actitud  de los  fariseos que se  consideran justificados  por  su  cumplimiento de  la  ley y  se consideran con el derecho de menos preciar  a los  demás. 

“ Esta  nueva  parábola  va  dirigida a  algunos  que se  sentían por  justos  y despreciaban a  los  demás: Quienes  se  creían   buenos y  justos  lo hacían a partir  de una  serie  de normas y preceptos  que cumplían a  cabalidad, y  desde aquí se  sentían con todo  el derecho de presentar en su oración una especie de cuenta de  cobro por las  cosas  buenas que  hacían. ( La Biblia de nuestro  pueblo Luis  Alonso Schöquel)

PARA  TENER PRESENTE.

La  oración. Los dos hombre suben  al  templo,  lugar  del culto, de la oración y  encuentro con Dios;  no obstante,  para  cada uno la oración es una experiencia  con un sentido diferente. Para  el  fariseo la  oración es  el  medio  de  exaltar  su  ego, sentir su  superioridad ente  los  demás y sacarle cuentas  a  Dios  por su cumplimiento de la  ley, no hay petición  debido a su autosuficiencia, no necesita de él. Al  final termina siendo una experiencia de  distanciamiento de Dios. 

Por  otro lado la  oración es para  el  recaudador (pecador) la  experiencia  para buscar una  oportunidad  de reconciliación con Dios, es  una  experiencia  de  resarcir  su  vida mediante el arrepentimiento de aquello que  reconoce que  ha  hecho mal. Su oración manifiesta necesidad  del favor y  la compasión de Dios, no como merito sino como don gratuito. En fin la  oración es  experiencia  salvadora y justificadora. 

Las posturas de  los dos hombres.  Ambos  estaban frente a Dios, es  decir  estaban en igualdad de  condición por  su  vida  de  pecado, ante Dios los  dos son iguales como personas, y como pecadores que  buscan a  Dios; Jesús  expresa que él no hace  distinciones ni discriminaciones, la  diferencia no  la  marca  Dios sino  la  manera en que cada uno se  sitúa ante  él. 

Las  posturas corporales  reflejan las  actitudes  de los  dos personajes  del parangón que  Jesús  está estableciendo especialmente para resaltar la actitud del hombre  arrogante que  representa  a  los  fariseos a  quienes  Jesús  está cuestionando. A su vez  lo que  Jesús busca  es prevenir a  sus discípulos  de llegar  a  caer  en tal actitud. 

 El fariseo estaba cerca; es  decir,   se  sentía  confiado, estaba  erguido en su soberbia por la  seguridad  de  sus obras de  cumplir  la  ley (ayunaba, no  era adultero y pagaba el diezmo).  “Su seguridad no deriva de su fidelidad a la  relación con Dios, de  su alianza de  amor  con él, sino que surge de sus propias  <obras> de  piedad, las  cuales, según ellos expresan su sumisión a  la  ley”.(P. Adalberto Sierra); además esa seguridad es  posición de  superioridad  que  le da  autoridad para  despreciar  a los  demás. 

El publicano a su  vez se  sitúa en el último  lugar, se  queda  atrás, y  su  rostro está  inclinado al suelo al  no sentirse capaz  de  levantar los ojos  al cielo, es  decir  a  Dios.  Su posición denota un acto de  arrepentimiento, humildad y humillación. Es una  actitud que expresa  reconocimiento de las  faltas cometidas, no niega  sus delitos y  manifiesta  su arrepentimiento golpeándose el pecho.

Quien se encumbra será humillado, quien se humilla será encumbrado. Jesús recapitula estos dos tipos de oración y sus respectivas consecuencias en dos oposiciones: «encumbrar–abajar» y «abajar–encumbrar». La primera (encumbrar–abajar), expresa la acti-tud del fariseo al orar y la consecuencia de su oración. La segunda (abajar–encumbrar), la actitud del recaudador y su correspondiente consecuencia.
 
Dios instituyó y reclama la igualdad de todos los seres humanos (cf. Lc 3,5); la humillación que él provoca es, entonces, la igualdad de todos los hombres, que exige renunciar al afán de privilegios y de singularizarse por encima de los demás seres humanos. Ese abajamiento deberá mostrarle al fariseo el verdadero camino del encuentro con Dios (cf. Lc 3,4). (P. Adalberto Sierra)

ENSEÑANZAS.

1.    El sentido de la  oración no  está en tratar de justificarnos  ante  Dios por nuestros  propios  méritos, sino en dejarnos  justificar  por  el amor  de  Dios ante nuestras limitaciones y  carencias. La oración es experiencia de la  bondad de Dios. 

2.    Así como  una obra  negativa  en nuestra  vida  puede  ser  superada y transformada por una actitud de humildad y  arrepentimiento de nuestra parte; de igual manera, una  buena acción en nuestra vida puede  perder  todo su valor y ser  desvirtuada por  una  actitud  arrogante, utilitarista  o de mero cumplimiento legalista.  

3.    La generosidad, compresión y compasión que negamos a  los  demás, ante  sus  limitaciones  y errores, es la generosidad, comprensión y compasión que  nos   negamos  a nosotros mismos, ya  que  ante  Dios todos somos iguales, y en el fondo todos tenemos nuestras penumbras.

4.    Ante Dios somos iguales, por  eso quien se  cree estar por  encima de los demás, amparado en su arrogancia, Dios lo abaja; y  quien al humillarse se siente  por  debajo, Dios  lo levanta, lo reincorpora y lo nivela al punto de  equilibrio en el que todos somos iguales para  él.

5.    Exaltar con arrogancia lo “bueno” de nuestras acciones; y la  tendencia a enfocarnos en las limitaciones  y sombras  de los  demás, suelen ser el camino de huida o  distracción que nos  genera  el temor  de afrontar nuestras  propias sombras y limitaciones.

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