Cualquier destino, por
largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento
en el que el hombre sabe para siempre quién es.
(Jorge Luis Borges)
DESTINO, UN JUEGO DE
AJEDREZ
Como
un juego de ajedrez en el tablero de la vida se desarrolla nuestra existencia, como fichas en medio de jugadas, cual tácticas y
estrategias vamos desarrollando nuestro destino entre cuadros blancos y negros.
Es nuestra vida como ese inteligente juego que no le basta
la sutil mano, si esta no está
acompaña por la lucidez de una mente que
guie cada movimiento con sensatez.
Cual
tablero de ajedrez nuestra historia está
compuesta de cuadros blancos y obscuros, a pesar de que equivocadamente algunas
veces solo vemos el rastro de un negro atardecer y otras el sol brillante de un
amanecer, percepción errada de una concepción extremista de la vida, pues en el
contraste de claros y obscuros momentos está la armonía de la vida.
Como
fichas del mismo juego vamos personificando
escenas de nuestra vida, unas veces como simple peón, otras como ligero caballo,
torre homérica u oblicuo alfil, y no siendo tan mezquina la vida nos regala momentos pletóricos en que
nos sentimos como rey.
Cada
situación de nuestra vida es una jugada cuya
clave está en saber tomar la
elección, en tener la capacidad
de mover cada ficha, tomar la decisión indicada, ser honesto en la táctica y fieles a la estrategia. Concluimos así que cada uno
va construyendo su propio destino, y en él, su porvenir o mal estar.
No
obstante, después de estar convencidos que cada jugador forja su propio
partido, descubre el jugador que antes de inspirar la estratégica idea, le precede el inspirador.
Hago
referencia en esta corta analogía de la
vida, al poeta argentino Jorge Luis Borges quien majestuosamente describe
de forma metafórica esta percepción del
destino a través de su conocido poema ajedrez.
En
el poema que está compuesto de dos sonetos, el autor describe al tablero, las fichas, las jugadas y
a los jugadores. El jugador
es artífice del juego, que no termina con el juego, ya que este sigue con la propia vida.
Ajedrez
I
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
II
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?
I
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
II
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?
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