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La vida es un caminar...
y cada día que pasa un avanzar.

jueves, 3 de octubre de 2013

Reflexionando desde la poesia: AJEDREZ



Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en el que el hombre sabe para siempre quién es.
(Jorge Luis Borges)



DESTINO, UN JUEGO DE AJEDREZ 

Como un juego de ajedrez en el tablero de la vida se desarrolla nuestra existencia,  como fichas en medio de jugadas, cual tácticas y estrategias vamos desarrollando nuestro destino entre cuadros blancos y negros. Es nuestra  vida  como ese inteligente juego que no le  basta  la  sutil mano, si esta no está acompaña por  la lucidez de una mente que guie cada movimiento con sensatez. 

Cual tablero de ajedrez nuestra historia está  compuesta de cuadros blancos y obscuros, a pesar de que equivocadamente  algunas  veces solo vemos el rastro de un negro  atardecer y otras el sol brillante de un amanecer, percepción errada de una concepción extremista de la vida, pues en el contraste de claros y obscuros momentos está la armonía de la vida. 

Como fichas del mismo juego vamos  personificando escenas de nuestra vida, unas veces como simple peón, otras como ligero caballo, torre homérica u oblicuo alfil,  y  no siendo tan mezquina la  vida nos regala momentos pletóricos en que nos sentimos como rey.

Cada situación de nuestra  vida es una jugada cuya clave está  en saber  tomar la  elección, en tener la  capacidad de  mover cada  ficha, tomar la  decisión indicada, ser honesto en la  táctica y fieles a  la estrategia. Concluimos así que  cada  uno va construyendo su propio destino, y en él, su porvenir o mal estar. 

No obstante, después de  estar  convencidos que cada jugador forja su propio partido, descubre el jugador que antes de inspirar  la estratégica idea,  le precede el inspirador.
Hago referencia en esta corta  analogía  de la  vida, al poeta argentino Jorge Luis Borges quien majestuosamente describe de forma metafórica esta  percepción del destino a través de su conocido poema  ajedrez.  

En el poema que está compuesto de  dos  sonetos, el autor  describe al tablero, las fichas,  las jugadas y  a los jugadores. El  jugador es  artífice del juego, que no  termina con el juego, ya que este sigue  con la propia vida. 

Ajedrez

I

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

II


No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?

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