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La vida es un caminar...
y cada día que pasa un avanzar.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Reflexionando desde la poesía: UN BEL MORIR

" A mayor lucidez mayor desesperanza y a mayor desesperanza mayor posibilidad de ser lucido"

Álvaro Mutis.



DESESPERANZA

Marcado por las fatigas inútiles de la  vida suele encaminarse  el hombre  al sin  sentido  de la  existencia, cargando entre sus hombros el desgaste y  el fracaso, en el cual termina todo,  como únicos compañeros  en un vago e interminable  caminar que  solo tienen como destino un gris arcoíris en la  desesperanza de en un lento desvanecer.

No esperar, no anhelar, no ambicionar son el viejo muelle en que descansa la lucidez consciente del náufrago que en su bordear ve la orilla más  distante  cada vez;  y por  si acaso entre confusiones perdiera  esa lucidez tratando de  nadar, luchar, rescatar, clamar a lo alto ¡ cuidado! no confiar en tal quimera  es mejor, pues si llegase  a ponerse en sus mano alimentaría  la  ilusión de  pensar que es  posible  encontrar un destino diferente al fútil navegar de una  vida que se deteriora y que no tiene otro sentido que su permanente menoscabo en un ciclo de transformación.

Callar  las  voces, callar  el ruido de la insensatez le conduce  al  ensimismamiento para  escuchar la propia  voz que le habla en el silencio   de su interior.  En la incomunicabilidad de su soledad se refresca la conciencia para luego  emerger, en las  expresiones e impulsos más auténticos del propio ser, lenguaje incomprendido censurado y  rechazado por los  que viven distraído y sedados  por el ruido de un mundo que remplaza su propia  voz.
Cuanto mas distancia, cuanto más  silencio, más  puede hablar porque más  escucha ese lenguaje que pocos pueden entender.

Amalgamados en una  simbiosis como un propio ser que no distingue su comienzo, no distingue  su final, se fusionan silencio y soledad. Soledad e incomunicabilidad conducen al hombre a un exilio interior que se refleja en la distancia e imposibilidad de poderse comunicar desde  su manera  de razonar y su  forma de vivir  desarraigado de  toda vaga realidad.

En un camino de  despojo, silencio y soledad, moldear la propia  muerte es la única verdad. Muerte tan cercana y tan distante.  Distante por el miedo  que la acerca cada vez más y cercana en la confianza de abrazarla en un final que la  aleja del instante e invita  hacia  ella caminar. Para el hombre  de la  desesperanza cada día, cada instante son el avanzar  hacia una muerte que le espera con tierna  amistad pues en ella  se comprende el natural deterioro del acontecer.

Como un libro de experiencias, conciencias y estados se escribe la  historia de cada ser humano, y un capítulo grabado por las letras del fracaso, la angustia y la desesperanza no deja de ser para los vivientes de  su historia, entre todas sus  páginas, un título por  leer.

Esta vez hago alusión a ese capitulo de la existencia humana que conduce a  ver la  vida circunscrita en el deterioro de su cause natural, lo que conlleva a  la conciencia de que todo es vana ilusión, que  aferrarse a detener el cause de las cosas que se acaban, es estólida decisión; de igual manera surge un rechazo a lo trascendente, un negarse al más  allá. Visión de la vida que el escritor colombiano Álvaro Mutis llama la desesperanza, más no una desesperanza absoluta como él mismo lo expresa en la conferencia expuesta en México que titula " la desesperanza" ya que en el fondo a  algo se aferra el  ser humano como fuerza para vivir, lo expresa el poeta así: nuestro héroe no está reñido con la esperanza, lo que esta tiene de breve entusiasmo por el goce inmediato de ciertas probables y efímeras dichas, por el contrario, es así como sostiene ‑repito‑ las breves razones para seguir viviendo. Pero lo que define su condición sobre la tierra, es el rechazo de toda esperanza más allá de los más breves límites de los sentidos, de las más leves conquistas del espíritu. El desesperanzado no «espera» nada, no consiente en participar en nada que no esté circunscrito a la zona de sus asuntos más entrañables”.


Los escritos de Álvaro Mutis se  caracterizan  por un sentido del deterioro, su experiencia  en el campo donde contempla la descomposición animal y vegetal le  desarrollan una percepción de que  todo es  una metáfora del deterioro con el que el tiempo somete al hombre.  Así  se  pone en evidencia la manera como las acciones humanas no tienen ningún sentido.

La desesperanza se vive desde la lucidez, la incomunicabilidad, la soledad y la manera como se acoge y se moldea la muerte.

Para expresar un poco esta  reflexión desde el pensamiento del poeta y escritor colombiano me  remito en esta oportunidad al poema titulado: Un bel morir.

UN BEL MORIR
De pie en una barca detenida en medio del río
cuyas aguas pasan en lento remolino
de lodos y raíces,
el misionero bendice la familia del cacique.

Los frutos, las joyas de cristal, los animales, la selva,
reciben los breves signos de la bienaventuraza.

Cuando descienda la mano
habré muerto en mi alcoba
cuyas ventanas vibran al paso del tranvía
y el lechero acudirá en vano por sus botellas vacías.

  Para entonces quedará bien poco de nuestra historia,
algunos retratos en desorden,
unas cartas guardadas no sé dónde,
lo dicho aquel día al desnudarte en el campo.

Todo irá desvaneciéndose en el olvido
y el grito de un mono,
el manar blancuzco de la savia
por la herida corteza del caucho,
  el chapoteo de las aguas contra la quilla en viaje,
serán asunto más memorable que nuestros largos abrazos.

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