"Sólo la renovación puede mantener, el que se queda parado, se retrasa"
Everhardus Johannes Potgieter
Everhardus Johannes Potgieter
Séptimo hábito: AFILAR LA SIERRA
Voy tan
ocupado conduciendo que no puedo
parar a echar combustible.
¿Encuentra alguna
relación entre esta
frase y su ajetreado estilo de
vida? ¿Se siente extenuado
por el cuadrante uno, lo urgente?
¿Siente que su día necesita más
horas y que la semana hay
que aumentarle días? Luego entonces; con tanta
escasez de tiempo y tantos compromisos
por cumplir ¿tiene sentido
sacar espacio para renovar
el activo más importante que usted tiene, usted mismo?
Absortos por una
vida de activismo muchas veces nos
olvidamos de asumir un proceso continuo y permanente de renovación
interior que nos revitalice para
responder a las exigencias del diario
vivir; situación que tarde o temprano termina cobrando su precio,
llevándonos a momentos críticos de nuestra existencia. Vamos en la vida como
montados en un tren, distraídos en el viaje, hasta
que ocurre un estrellón y es entonces cuando salimos en la urgencia de
la situación en búsqueda de salvación.
En estos casos es mejor mientras más rápido suceda ese estrellón.
Dice
Stiphens Covey al respecto de invertir
tiempo en la renovación de nuestra vida interior: “Esa es la inversión más poderosa que está a nuestro alcance en la vida:
la inversión en nosotros mismos, en el único instrumento con que contamos para
vivir y realizar nuestra aportación. Nosotros somos los instrumentos de nuestra
propia ejecución, y para ser efectivos debemos reconocer la importancia de
dedicar tiempo regularmente a afilar la sierra en sus cuatro dimensiones”.
En
esta misma línea de pensamiento dice Robin Sharma: “podrías pensar que estás demasiado ocupado para emplear tiempo en ti mismo, lo cual sería un gran
error. Mira cuando has dedicado tiempo a forjarte un carácter fuerte, imbuido de disciplina, vigor, poder y
optimismo, puedes tenerlo todo y
hacer todo lo que
quieras en tu mundo exterior”.
La clave de
alcanzar el fortalecimiento
interior está en adoptar una actitud de renovación permanente mediante lo que Stiphens Covey denomina el séptimo hábito:
afilar la sierra.
Afilar la sierra es el hábito de la
mejora permanente, los japoneses lo
llamaron kaizen y lo ha
adoptado el mundo organizacional quien lo aplica en
los sistemas de gestión integrados, es el
paradigma sobre el cual se aplica de manera cíclica la mejora continua en las organizaciones, mediante el proceso
conocido como el círculo Deming (Planificar, hacer, verificar y actuar).
Para alcanzar el éxito externo es necesario el
éxito interior, por ende para mejorar
nuestro mundo externo, salud, finanzas, mundo laboral, relaciones; se requiere
que mejoremos primero nuestro
mundo interior. Para ello es fundamental la aplicación del séptimo hábito
mediante el cual nos
podemos renovar interiormente
para responder a un mundo acelerado que
todos los día está en constante evolución. Pues si se renueva
la tecnología, el conocimiento y la ciencia cuanto más nos hemos de renovar nosotros.
La aplicación de la mejora continua
está ligada de manera
intrínseca a una concepción
integral, equilibrada y sinérgica de
la persona, los filósofos han
definido de diversas maneras la vida de la persona y en cualquiera de los
casos coinciden en la
integralidad de las dimensiones que constituyen a la persona humana, por eso
aplicar este hábito
requiere hacerlo en todas y cada una
de sus dimensiones ( física,
espiritual, mental, social) de lo contrario no
tendría su validez y caeríamos en el error de subvalorar
algunas de nuestras dimensiones y resaltar
otras, lo que nos convertiría en un tipo de fenómeno desfigurado.
Cabeza y cuerpo grandes (mucho conocimiento y cuerpo) pero espíritu y manos miniaturas. Este desequilibrio impide la
sinergia y genera resistencia y división entre las parte.
De
manera práctica afilar la sierra en las
cuatro dimensiones consiste en:
·
La
renovación de la dimensión física. Supone
básicamente cuidar el cuerpo mediante una
adecuada alimentación, el
suficiente descanso y la práctica de
ejercicio físico. Para cumplir
esto se requiere tener disciplina,
lo cual implica un logro, no solo en el fortalecimiento de la contextura
física, sino en el fortalecimiento de la
voluntad, clave para
fortalecer el carácter. Por ejemplo levantarse temprano un
día frio o con lluvia para hacer ejercicio
físico requiere una
gran fuerza de voluntad lo que demuestra
dominio de sí mismo. Pero ese
esfuerzo trae consigo
una gran satisfacción interior que
al terminar llena el alma de
energía y coraje, deja una paz interior y nos genera entusiasmo para relacionarnos
con los demás. En el fondo si
estamos satisfechos con nosotros por lo
que somos capaz de lograr estamos en mejor
condición para relacionarnos con los
demás.
Dice
Stphens .
“ Cuando uno actúa sobre la base del valor del bienestar físico,
en lugar de reaccionar a todas las fuerzas que le impiden hacer ejercicio, el
paradigma de uno mismo, la autoestima, la autoconfianza y la propia integridad
se ven profundamente afectados.
·
La renovación de la dimensión espiritual. Renovarse espiritualmente juega un papel fundamental en la vida de la
persona, es el restablecimiento
de su centro y de su motor. Es
la oportunidad que nos damos de
ir constantemente a nuestro
interior y redescubrir nuestros
propósitos, descubrir lo que nos
perturba y analizar nuestras emociones.
Cada persona
puede encontrar un medio
particular para vivir
esta experiencia, algunos a
través de la meditación, otros en la música, otros en la literatura y hay
quienes se elevan y se encuentran consigo mismos en el aislamiento
y contacto profundo con la naturaleza.
Vale la pena
recordar el ejercicio que
nos enseña el
águila que se aleja
a la montaña, y en el distanciamiento y el silencio emprende ese proceso
de renovar su pico, plumas y sus garrar,
ejercicio que le revitaliza para seguir viviendo. Lo importe está en que
permanentemente hagamos continuas
experiencia de renovación
interior.
·
La renovación
de la dimensión mental. Esta parte nos permite
liberarnos del fantasma del
estancamiento intelectual en el que
muchas veces solemos
caer. Puede suceder que inmediatamente
terminamos nuestro proceso de educación formal ( escuela, universidad)
sentimos que nos liberamos de una
jaula de la
que salimos corriendo y nuca más queremos
volver. Creemos tener agotado el conocimiento
y nos quedamos obsoletos, acomodados a una
sola manera de hacer las
cosas, perdemos el espíritu
crítico, analítico y nos volvemos
meros activistas. Estamos tan
ocupados en lo que estamos haciendo que
no podemos renovar el conocimiento de lo que hacemos.
En este aspecto es
fundamental el hábito de la buena
lectura, no basta leer, sino leer textos productivos que expandan el pensamiento y la
capacidad de análisis. Trabajar en la implementación del hábito de la lectura. Importante ejercitar la
escritura, cuántos profesionales
encontramos que les cuesta redactar una
página o producir un párrafo de
su propia inspiración sin tener
que acudir al copia
y pega.
Actualizar el conocimiento de manera autodidactica, aprovechar los diversos medios de formación virtual e learning o acudir a la
formación presenciales, lo importante
es mantenerse en la formación continua como medio de renovación mental.
De gran
importancia disminuir el tiempo que le dedicamos a ver la televisión, especialmente la saturación de
programas nocivos que entorpecen
la mente con información poco o nada relevante.
·
La renovación de la dimensión social. A
diferencia de las anteriores dimensiones que puede requerir
tiempo especial, esta dimensión se
realiza en el diario vivir, en la
interacción permanente con las personas
que nos rodean, y requiere tomar
conciencia para aplicar los
hábitos cuatro, quinto y sexto (
ganar ganar, entender antes de ser
entendido y sinergizar).
Esta renovación implica buscar
mejorar cada día nuestra manera de relacionarnos con las
personas que nos rodean, fundamentados en la seguridad interior que proviene de los paradigmas precisos y los principios
correctos profundamente arraigados en nuestra mente y nuestro corazón. Viene de
una coherencia de adentro hacia afuera, de vivir una vida de integridad en la
que nuestros hábitos diarios reflejan nuestros valores más profundos y el dominio de
nuestras emociones.
Juega en esta dimensión un papel importante
el desarrollo de una vida altruista, que nos permita salir de sí mismos, de nuestro egoísmos y emprender obras
de servicio en favor de otros,
de manera desinteresada e incluso
anónimas. Este aspecto genera mucha
energía interior y nos reconforta cuando nos involucramos
y comprometemos con proyectos de
orden social.
N. Eldon Tanner ha dicho que «El servicio es la renta
que pagamos por el privilegio de vivir en esta tierra». Y existen muchos modos
de servir. Pertenezcamos o no a una Iglesia u organización de servicio social,
tengamos o no un trabajo que nos procure oportunidades de servicio
significativo, ni un solo día debe transcurrir sin que podamos por lo menos
servir a otro ser humano efectuando depósitos de amor incondicional.
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