Si la mañana no nos
desvela para nuevas alegrías y, si por la noche no nos queda ninguna esperanza,
¿es que vale la pena vestirse y desnudarse?
(Goethe)
Momentos
cruciales de nuestra
vida son las noches de
obscuridad, y más que el tiempo del reloj que cumple su ciclo y el
ocaso de la naturaleza que esconde el sol; son las noches de obscuridad esos instantes significativamente duros y confusos de
nuestra existencia. Siempre llega la noche, siempre el sol se esconde ya
sea por nuestros errores, ya sea
por nuestra fútil idea de creer
que todo lo podemos y que somos como Dios, y en las ocasiones más
complejas nos queda la inocente pregunta
de saber: ¿por qué llega la noche?
Llegada
la noche incurrimos en un sueño, ajeno a
nuestra voluntad; y quizás tal razón sea
excusa para tranquilizar nuestra
conciencia, más no para
librarnos de sus consecuencias, pues el precio de nuestro sueño que nos funde
en una esfera de impotencia lo
tenemos que pagar y muchas veces con un alto precio.
Irónicamente
solemos buscar la noche, y cuando en
ella estamos; nos ilumina el sol en nuestro
sueño, para descubrir
que la vida está llena
de motivos y esperanzas, cuando parecía agotarse la existencia
y escaseaban las razones para vivir, aunque
amargos sean los recuerdos, aunque grandes sean nuestras perdidas; siempre será necesario tener la esperanza,
siempre será necesaria una mirada de ilusión, pues pronto llegará un
nuevo amanecer.
Los recuerdos amargos van con nosotros, los pasos en falso que nos hicieron caer dejan sus huellas en nuestra piel con cicatrices que parecen nunca poderse borrar. Levantarse seguir caminado, sanar la herida, cambiar el trago amargo de hiel por un trago de la dulce miel son la fuerza de la ilusión y la esperanza de saber que mañana al abrir los ojos nos encontraremos con un nuevo amanecer.
Los recuerdos amargos van con nosotros, los pasos en falso que nos hicieron caer dejan sus huellas en nuestra piel con cicatrices que parecen nunca poderse borrar. Levantarse seguir caminado, sanar la herida, cambiar el trago amargo de hiel por un trago de la dulce miel son la fuerza de la ilusión y la esperanza de saber que mañana al abrir los ojos nos encontraremos con un nuevo amanecer.
Hay
veces que el camino de la obscuridad es tan árido,
todo parece tan reseco y buscamos corrientes
de agua donde no las hay, para
descubrir tan sencillamente que nos
acompaña una fontana, una acequia interior por la que fluyen corrientes
de agua viva. Dios está ahí, la esperanza, la
vida el amor nos acompañan.
Mirar
la
vida con esperanza, mirar la vida
con fe y confianza, saber que no
estamos solos, que nos
acompaña Dios, que por muy amargos
que sean ciertos momentos de nuestra vida, aunque haya la pérdida de un
ser querido, aunque hayan circunstancias
de nuestra historia que nos ultrajan y machacan la existencia, aunque nos
acompañen los malos recuerdos, siempre que tengamos
una mirada de ilusión llena de fe
y esperanza, tendremos la
fuerza necesaria para seguir
luchando.
Mirando
nuestra existencia como un libro en el que se escribe cada página de la vida como una
historia de tropiezos y caídas,
esperanzas e ilusiones, vida, recuerdos y amor, incredulidad, fe y confianza en Dios; en esta ocasión comparto un poema del
poeta Español Antonio Machado en
el cual, de manera simbólica nos habla
de la ilusión y esperanza de la vida, nos habla
de su experiencia mística con Dios cargado de simbolismos como: la noche, el agua, la miel y el sol, representaciones de la vida, los recuerdos y el amor.
ANOCHE CUANDO DORMÍA
Anoche
cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Dí: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?
Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.
Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.
soñé ¡bendita ilusión!
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Dí: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?
Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.
Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.
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