El
pasaje expone la sentencia que hace Jesús
sobre la destrucción de Jerusalén y del templo a pesar de la
belleza e importancia de la cual se ufanaban los judíos,
a la
vez Jesús hace referencia de la venida del Hijo del Hombre y el fin del mundo. “ Es importante aclarar, según la orientación
que le da Lucas a este
discurso, la destrucción de Jerusalén no es exactamente un signo
del final de los tiempos. Lo importante es que los discípulos se preparen, primero para no dar crédito fácilmente a las falsas
alarmas de charlatanes o falsos Mesías, y segundo para soportar la
violencia y la persecución por
parte de los enemigos del Evangelio del
reino y para que hagan de estas ocasiones una oportunidad magnífica de dar
testimonio”. (Alonso Schokel Biblia del Pueblo)
PARA TENER PRESENTE:
La
destrucción del templo. La
idea de la destrucción del templo estaba en la memoria histórica del pueblo de Israel, en el 587 a.c ya había sido destruido en los tiempos del profeta Jeremías; ahora Jesús hace referencia a
la destrucción de esa construcción majestuosa de la cual se
ufanan los judíos y es reflejo de
su nacionalismo.
Hay
dos rasgos de su nacionalismo: la imponencia exterior, que simboliza la pujanza
(el poderío económico y político) del pueblo que fue capaz de edificar
semejante estructura, y la cantidad y la calidad de la gente que lo frecuenta,
que manifiestan, a su entender, el cumplimiento de la promesa hecha por Dios a
Abrahán: “Haré de ti un gran pueblo” (Gn 12,2; 15,5).
En tal sentido, la destrucción del
templo es la destrucción de dicho
nacionalismo que los enceguece en
la vaciedad de su admiración,
religiosidad y fe que gira al rdedor de la belleza del templo. Están extasiado
por algo que no vale a los ojos de Dios por la vaciedad
e injusticia que entraña, por ello Dios
lo destruirá.
La
pregunta de “cuándo” y cuál será la
señal de la destrucción. Los
judíos no interpretan las palabras de Jesús cuando anuncia la destrucción del templo; y más bien manifiestan tener conocimiento de ello preguntando el momento y la señal. Lo anterior corresponde a la
idea que tenían de que Dios
vendría a destruir a los
paganos y que tal destrucción corresponde a una acción de Dios en favor de ellos.
A
su pregunta Jesús exhorta a no dejarse
engañar, a estar atentos de
quienes pueden aprovecharse de
esa espera para hacerse
pasar por él. El momento no corresponde a un momento
concreto de la historia. Jesús niega que
haya un “cuándo” fijo, predeterminado por Dios para establecer su reinado. Éste
no será producto del paso del tiempo ni estará sujeto a una determinación
geográfica sino que debe ser fruto de la decisión libre de cada ser humano. Ni
hay, tampoco, un «momento oportuno» como ellos lo esperan.
Esta advertencia pone en
alerta, en concreto, contra el surgimiento de impostores que se presentarán
inspirados por el Espíritu y enviados por Dios. Se advierte que la posibilidad
de tal engaño se afianza en la inclinación de los discípulos a creer en esos
anuncios porque suponen que ese es el proyecto de Dios. Este riesgo se dará
sobre todo en la comunidad judeocreyente. Los discípulos, alentados por la
herencia cultural y religiosa transmitida por los letrados en las sinagogas,
están predispuestos a dejarse engañar por esas supuestas manifestaciones
espectaculares de Dios. (cf. Lc 17,20-21).(P. Adalberto Sierra)
Las destrucciones entre
naciones, hambres, pestes. Son
las manifestaciones de las luchas de las
naciones entre sí en búsqueda de su liberación, signos de las ambiciones humanas pero no son signos
de Dios. Será búsqueda de felicidad que, al no ser animada por el Espíritu
Santo, se pervierte en desesperación. Ninguno de esos acontecimientos indicará
que esté cercano el fin, ya sea entendido este como destrucción de los impíos y
dominio de los piadosos, o como destrucción de todo lo creado por parte de
Dios.
Persecución a los discípulos. Dios no intervendrá en favor de ellos, tendrán que correr la misma suerte
que él, serán perseguido y
enjuiciado.
La salvación tiene que
realizarse dentro de la historia con todas sus vicisitudes. Dios asume la
historia de los hombres, en Jesús y en cada uno de sus seguidores, con todas
sus consecuencias. No realiza la salvación desde afuera sino desde adentro. Las
únicas alternativas posibles son las que se dan en el acontecer histórico. Y
los discípulos deben contar con ello. No deben esperar intervenciones
portentosas desde fuera de la historia. (P. Adalberto Sierra)
El
papel de los discípulos es dar
testimonio de la obra de Dios y las
persecuciones contra ellos serán la manifestación de una sociedad que rechaza su propuesta y ratifica la misión que ellos realizan.
El propósito de los discípulos
de no preocuparse. Para
deslegitimar a los regímenes opresores es necesario no dejarse arredrar, al
contrario, hay que confiar en Dios y declararse a favor de Jesús (cf. Lc
12,1-10). Si los discípulos se aterrorizaran/acobardaran, se expondrían a desertar por temor a los que
matan físicamente (cf. Lc 12,4-5). Pero tampoco tienen que justificarse ante
ellos. Lo único que deben hacer es dar la buena noticia y no dejarse seducir
por los engaños del poder.
Así provocarán la
verdadera liberación de la humanidad e impulsarán su salvación a pesar de los
conflictos violentos que desgarran a la humanidad. Si reciben su mensaje, habrá
salvación, si lo rechazan, persiguiéndolos a ellos, las mismas sociedades se
precipitarán a su ruina, y los discípulos mostrarán con ello la prueba de la
injusticia de esa sociedad. Cuando llegue la oportunidad de demostrarlo, no
deberán de apoyarse en recursos humanos (“defensa”) como los que usan esas sociedades;
Jesús solo les recomienda apertura al Espíritu Santo: él les enseñará, en ese
momento, lo que hay que decir (cf. Lc 12,11-12). Así les recuerda lo que les
había dicho para urgir esa apertura, absolutamente necesaria para dar
testimonio contra las sociedades injustas. (P. Adalberto Sierra)
ENSEÑANZAS
1. Para experimentar un verdadero
encuentro con Dios es necesario destruir esas construcciones de poder y vanagloria
sobre las cuales soportamos nuestras
injusticias, mentiras y egoísmos, bajo las apariencia de lo bueno y lo religioso o espiritual.
2. El momento y las señales de la manifestación de Dios, no corresponde a un momento concreto de la historia; sino a
al momento concreto en el que cada
persona decide de manera honesta despojarse en la manos de Dios y adherirse
a él de forma absoluta.
3. Las vicisitudes de la vida sobre las cuales tenemos que vivir son el escenario para dar testimonio
del amor y la justicia de Dios, no
obstante eso no implica su intervención portentosa o sobre natural en favor
nuestro.
4. Las guerras, hambres y catástrofes que vivimos en la historia de la humanidad no son
signos de Dios, ni manifestaciones del
fin del mundo y la venida de Hijo del Hombre; son los signos de una
sociedad distancia de Dios que se destruye a sí misma y que busca caminos de realización y felicidad
apartados de la presencia del espíritu de
Dios.
5. En cada momento de la historia hay que saber discernir los mensaje de quienes predican
en nombre de Jesucristo ya que
se corre el peligro de ser manipulados
por aquellos que identifican nuestros miedos, ignorancias y
necesidad de un mensaje de
esperanza.
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