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La vida es un caminar...
y cada día que pasa un avanzar.

domingo, 25 de agosto de 2013

Píldoras del Evangelio: LA AUTENTICIDAD

He  ahí a un israelita de verdad.

Fiesta de San Bartolomé.



Quién era San Bartolomé.

Cuando hablamos de Bartolomé, estamos hablando del mismo Natanael que aparece en el evangelio de Juan 1, 45-51.

Bartolomé es, en realidad, un apellido. "Bar" significa "hijo de". Así, Bartolomé significa "hijo de Tolmai". Probablemente, el nombre, que acompaña a ese apellido es Natanael,  nacido en Caná de Galilea.

Del texto del  evangelio de Juan que  nos propone la liturgia para este día les comparto tres ideas para a reflexionar.

1.     Conmemorar  la vida de los  santos, contribuye al crecimiento y madurez  de nuestra vida humana y espiritual.

Cada  vez  que celebramos la memoria de los santos,  nos abrimos la posibilidad de ver cómo estos hombres y mujeres,  en igual condición que nosotros, a través de su esfuerzo humano y apertura a la acción de Dios,  pudieron elevar  su vida humana y espiritual a niveles  trascendentales.

El testimonio de estas personas nos anima en nuestro caminar,  vemos en ellos el reflejo de nuestras propias  vidas, descubrimos en su experiencia la manera cómo lograron superar situaciones difíciles, cómo Dios actúo en ellos y a través de ellos. 

2.    Para llegar  a la santidad hay  que pasar primero por la  autenticidad.

Las palabras de Jesús al referirse a Bartolomé son un verdadero elogio que revelan la grandeza humana de este  hombre: “este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez”; su manera de mostrarse ante los hombres era consistente con su manera de mostrarse ante Dios.

Pasar por la autenticidad para llegar  a la santidad implica forjar en nosotros una  vida de integridad, es decir ser correlativos entre lo que pensamos, sentimos y hacemos.

 La integridad es la  base fundamental de toda madurez humana y espiritual, la  cual nos conlleva a ser:
·    Congruentes, es decir la armonía entre lo que pensamos y lo que hacemos.
·     Consistentes, es decir a armonía entre lo que pensamos y sentimos.
·     Coherente:  la armonía entre los que sentimos y hacemos.
La coherencia y la consistencia se dan en nuestras relaciones interpersonales y nuestra relación con Dios, y   reflejadas  en:
·     Nuestra vida pública, la manera como nos mostramos y comportamos ante los demás.
·   Nuestra vida privada, la forma como nos comportamos cuando estamos solos.
·      Nuestra vida interior, lo que hay en nuestro interior, nuestras emociones, sentimientos, principios valores.

Tomando una anécdota de la vida real para aplicar la integridad, cuentan que alguna vez una mujer tenía un hijo que sufría de diabetes pero le gustaba comer mucha  azúcar, y  desesperada la mujer acudió a  Gandhi para pedirle ayuda. Ante su  solicitud éste le  dijo que regresara en una semana. Pasado el tiempo la mujer volvió llena de expectativas, al  verla nuevamente y a su hijo, Gandhi se acercó al niño y le dijo: “no comas azúcar” la  mujer decepcionada porque esperaba algo diferente, le  preguntó y para eso nos  ha hecho venir nuevamente cuando se lo pudo haber dicho el mismo día? Y Gandhi le  respondió: “señora lo que pasa es  que hace ocho días, yo también comía  azúcar”.

Aplicar la integridad en la vida de fe es dar testimonio de lo que creemos, aplicar nuestra dimensión apostólica sin miedo y vivir de acuerdo a nuestros principio cristianos.
  
3.    Nuestra experiencia de fe es un medio para que otros conozcan y se acerquen a Dios.

En el texto  vemos como Felipe al encontrar  a Jesús; se lo comunica a Natanael,  que pertenecía al grupo de israelitas, fieles a los Profetas y a la Ley, y que esperaban el cumplimiento de las promesas; para que este se acerque y también lo conozca.

Tal ejemplo es una muestra de cómo también notros estamos llamados a compartir con los demás nuestra experiencia de encuentro con Dios, y a la vez  descubrir cómo nos podemos acercar y conocer a Jesucristo por medio de la experiencia de fe de otras personas.






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