He ahí a un israelita de verdad.
Quién era San Bartolomé.
Cuando
hablamos de Bartolomé, estamos hablando del mismo Natanael que aparece en el
evangelio de Juan 1, 45-51.
Bartolomé es, en realidad, un apellido. "Bar" significa
"hijo de". Así, Bartolomé significa "hijo de Tolmai".
Probablemente, el nombre, que acompaña a ese apellido es Natanael, nacido en Caná de Galilea.
Del
texto del evangelio de Juan que nos propone la liturgia para este día les
comparto tres ideas para a reflexionar.
1. Conmemorar la vida de los santos, contribuye al crecimiento y madurez de nuestra vida humana y espiritual.
Cada vez
que celebramos la memoria de los santos,
nos abrimos la posibilidad de ver cómo estos hombres y mujeres, en igual condición que nosotros, a través de
su esfuerzo humano y apertura a la acción de Dios, pudieron elevar su vida humana y espiritual a niveles trascendentales.
El
testimonio de estas personas nos anima en nuestro caminar, vemos en ellos el reflejo de nuestras
propias vidas, descubrimos en su
experiencia la manera cómo lograron superar situaciones difíciles, cómo Dios
actúo en ellos y a través de ellos.
2. Para llegar a la santidad hay que pasar primero por la autenticidad.
Las palabras
de Jesús al referirse a Bartolomé son un verdadero elogio que revelan la
grandeza humana de este hombre: “este es un verdadero israelita, un hombre
sin doblez”; su manera de mostrarse ante los hombres era consistente con su
manera de mostrarse ante Dios.
Pasar por la
autenticidad para llegar a la santidad
implica forjar en nosotros una vida de
integridad, es decir ser correlativos entre lo que pensamos, sentimos y hacemos.
La integridad es la base fundamental de toda madurez humana y
espiritual, la cual nos conlleva a ser:
· Congruentes, es decir la armonía entre lo que
pensamos y lo que hacemos.
· Consistentes, es decir a armonía entre lo que
pensamos y sentimos.
· Coherente: la
armonía entre los que sentimos y hacemos.
La coherencia y la consistencia se dan
en nuestras relaciones interpersonales y nuestra relación con Dios, y reflejadas en:
· Nuestra vida pública, la manera como nos mostramos y
comportamos ante los demás.
· Nuestra vida privada, la forma como nos comportamos cuando
estamos solos.
· Nuestra vida interior, lo que hay en nuestro interior,
nuestras emociones, sentimientos, principios valores.
Tomando
una anécdota de la vida real para aplicar la integridad, cuentan que alguna vez
una mujer tenía un hijo que sufría de diabetes pero le gustaba comer mucha azúcar, y
desesperada la mujer acudió a
Gandhi para pedirle ayuda. Ante su
solicitud éste le dijo que
regresara en una semana. Pasado el tiempo la mujer volvió llena de expectativas,
al verla nuevamente y a su hijo, Gandhi
se acercó al niño y le dijo: “no comas azúcar” la mujer decepcionada porque esperaba algo
diferente, le preguntó y para eso
nos ha hecho venir nuevamente cuando se
lo pudo haber dicho el mismo día? Y Gandhi le respondió: “señora lo que pasa es que hace ocho días, yo también comía azúcar”.
Aplicar
la integridad en la vida de fe es dar testimonio de lo que creemos, aplicar
nuestra dimensión apostólica sin miedo y vivir de acuerdo a nuestros principio
cristianos.
3. Nuestra experiencia de fe es un medio
para que otros conozcan y se acerquen a Dios.
En el texto vemos como Felipe al encontrar a Jesús; se lo comunica a Natanael, que pertenecía al
grupo de israelitas, fieles a los Profetas y a la Ley, y que esperaban el
cumplimiento de las promesas; para que este se acerque y también lo conozca.
Tal ejemplo es una muestra de cómo
también notros estamos llamados a compartir con los demás nuestra experiencia
de encuentro con Dios, y a la vez
descubrir cómo nos podemos acercar y conocer a Jesucristo por medio de
la experiencia de fe de otras personas.
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