Emanuel, el Dios con
nosotros.
(Mateo 1, 18-24)
(Mateo 1, 18-24)
El pasaje
evangélico se centra en la
explicación de cómo fue el origen de Mesías. “Lo que
leemos en este Evangelio no es una descripción de cómo fue su nacimiento: esto
lo leemos más bien en el Evangelio de Lucas. Aquí se trata de aclarar cuál es la
estirpe de Jesús, es decir, de fundamentar lo que afirma el Evangelio de Mateo
en su título: “Libro de la generación de Jesús Cristo, hijo de David, hijo de
Abraham” (Mt 1,1). Al evangelista le interesa sobre todo explicar en qué forma
puede decirse que Jesús es “hijo de David”. Por eso la genealogía acentúa a
David. Y esto le interesa, porque si algo era claro en las profecías sobre el
Cristo, es que él sería “hijo de David”.
Si José no engendró a
Jesús, entonces, ¿cómo se puede decir que esa es la genealogía de Jesús?, ¿cómo
se puede decir que Jesús es “hijo de David”? Lo que es claro en esta genealogía
es que José, el esposo de María, es “hijo de David” y, en efecto, así lo llama
el ángel que le habla en sueños: “José, hijo de David”. Lo que el Evangelio de
este domingo quiere explicar es cómo llegó José a ser padre de Jesús, para que
esa genealogía pueda realmente llamarse: “Libro de la generación de Jesús
Cristo”. (Felipe
Bacarreza Rodríguez, Aciprensa)
Tal
situación la explica el evangelio
a través del proceso de relación que existe entre José y María en la cual José asume mediante una decisión guiada
por el Ángel, ser el padre adoptivo del Mesías,
papel que le otorga
a Jesús legalmente la relación con David.
“Ni José ni María pronuncian palabra en el
relato. El protagonismo es para la palabra de Dios, que aquí resulta mediada
por “el ángel del Señor” y dirigida a José. La acción se desarrolla totalmente
en el interior de las personas: es cuestión de tomar decisiones. Mientras José
aparece librando una lucha dramática consigo mismo y con sus concepciones
éticas y religiosas (“justo”), María, por el contrario, aparece totalmente
pasiva (“virgen”), receptora de la acción del Espíritu Santo y destinataria de
la decisión de José. Para éste, la acogida del Mesías es fruto de una decisión;
para María, en cambio, es aceptación de un don. Ambos personajes expresan los
dos aspectos de la fe en Jesús: la adhesión personal y la acogida
incondicional. No obstante, hay una diferencia: la dramática lucha de José es,
ante todo, consigo mismo, con sus concepciones; el riesgo de muerte que corre María
aun siendo algo del pasado, que ya no la alcanzara en su época, viene de fuera.
Las resistencias de tipo cultural y social que cada uno debe vencer en su
interior son más difíciles de superar que la amenaza de incomprensión,
persecución y muerte que pudiera implicar la aceptación del Mesías. En efecto,
la muerte es cada vez más cosa del pasado a medida que Jesús está más cerca”.(P.
Adalberto Sierra)
ENSEÑANZAS:
1. Cuando somos justos, Dios guía
las decisiones trascendentales de nuestra vida, aun en aquellas situaciones de
conflicto interior y contrariedades con las costumbres y legalismos de nuestra
sociedad. Dios se
vale de nosotros para
manifestar su justicia y su
amor a
las otras personas.
2. El pasaje presenta a María en una
actitud de aceptación y a José en una actitud de disposición a Dios, el
cual se manifiesta en el Espíritu Santo y
el Ángel. Importante asumir dichas actitudes para permitir que Dios actué
en nuestras vidas, especialmente
en favor de la humanidad.
3. La apertura de José a la gracia de Dios le ayudó a no juzgar o denunciar a María, vemos ahí un ejemplo que nos invita
a ponernos primero en las manos de Dios, antes de juzgar y
condenar a las demás personas.
4. Dios está con nosotros y su presencia
se hace efectiva en los
signos salvíficos que nos comunica a través de Jesús y de todo cristiano que refleja paz,
justicia y amor.
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