Tal vez muchos de los errores educativos que hemos
padecido proceden de haber intentado educar la inteligencia cognitiva,
proporcionando conocimientos a los niños, y la inteligencia emocional, intentando
fomentar sus sentimientos agradables, pero descuidando la educación de la
inteligencia ejecutiva.
(José Antonio
Marina)
Inteligencia ejecutiva para ejecutivos.
Ser
un directivo en cualquier ámbito del mundo empresarial es una tarea que está ligada de manera directa con la
toma de decisiones y
la constante ejecución de
acciones orientadas a la consecución
de metas y objetivos estratégicos.
Realmente
la responsabilidad de dirigir una
organización, no es una tarea fácil, y además
se hace
más pesada cuando no contamos con ciertas
habilidades directivas que provienen de un adecuado desarrollo de nuestra inteligencia ejecutiva; razón por la cual, podemos experimentar que sabemos
algo, lo hemos estudiado y tenemos el conocimiento teórico que se requiere para dar solución a un problema o realizar una
tarea, pero encontramos un abismo
entre ese conocimiento y su
ejecución; de manera que
terminamos paralizados a la
hora de actuar. El cierre de esa
brecha entre el concomimiento y la capacidad
de hacer algo con el conocimiento, es precisamente la inteligencia
ejecutiva, que nos lleva a la acción puesta en marcha.
Por mucho tiempo
se pensó
que la educación de
la persona consistía en la adquisición de conocimientos
que llenaran el
cerebro de información y
conceptos, considerando que lo más
importante era desarrollar
en el sujeto la inteligencia
cognitiva; de ahí
que se llegara
a pensar que
lo fundamental en la vida era ir a
la escuela y a la universidad para aprender
muchas teorías y así tener
los conocimientos requeridos
para ser exitosos en
una carrera profesional. No obstante podemos encontrarnos
con muchas personas cargadas de conocimientos
y títulos pero poco efectivas a la hora
de desarrollar su
carrera profesional.
Posteriormente se le empezó a dar mayor
importancia al desarrollo de la
inteligencia emocional descubriendo que
no era
suficiente que la
persona tuviera muchos
conocimientos, sino que era más
importante su capacidad
de relacionarse con los demás
a partir del control de sus emociones, o
la autorregulación, dándole fundamental importancia a la inteligencia del sentir.
No
obstante, a pesar de la importancia
que tienen el desarrollar la
inteligencia del saber y
la inteligencia del sentir, los
estudios neurológicos y pedagógicos se
orientan por una tercera pata de un
trípode sobre el cual se
soporta la inteligencia humana;
de manera que no es
suficiente saber y sentir, sino
que es fundamental
la inteligencia que le permite a
la persona ejecutar con lo que siente
y con lo que sabe. Es así que autores destacados en este reciente tema, como el filósofo de la educación José Antonio Marina, definen la inteligencia ejecutiva como: “aquella inteligencia que dirige y decide
todos los procesos de evaluación del cerebro”. Pues no es suficiente
regular las emociones
sino aplicarlas en la vida a
situaciones concretas que le permitan a la
persona tomar mejores
decisiones.
Desarrollar
la inteligencia ejecutiva es la clave
para la organización y el
desarrollo del talento humano que nos permite mayores resultado en el desempeño de
nuestra carrera profesional.
La inteligencia ejecutiva nos permite tener la inteligencia
práctica que requerimos para afrontar
problemas en nuestras labores, de
manera que no solo somos capaces de plantear la
solución teórica de un problema, sino que somos capaces de ejecutar la
solución. Esta inteligencia nos permite dirigir nuestros conocimientos y emociones
hacia la consecución de metas.
Ahora
bien para el desempeño de una responsabilidad directiva, es fundamental el desarrollo de esta inteligencia ya que permite
afrontar situaciones que nos afectan impidiéndonos un pleno desarrollo personal y profesional, las
cuales se reflejan en
limitaciones o patologías como:
1. No
poder inhibir la acción: lo cual implica un excesivo impulso por la
actividad, haciendo de nosotros
personas compulsivas ante el
activismo, siempre tenemos
que estar haciendo cosas, nos dejamos
llevar por las emociones, reaccionamos de manera
inmediata ante todo.
2. La
inercia: al otro lado
del cuadrilátero está la
actitud totalmente contraria que
implica la incapacidad para iniciar algo, excesiva reflexión, muchas teorías y conocimientos
pero poca operatividad.
3. Cambio
permanente de metas sin
alcanzar logros. Esta limitación está
relacionada con nuestra inestabilidad
ante las metas que nos proponemos,
de manera que no somos constantes ni le
damos continuidad a lo que iniciamos, de ahí que no
alcanzamos logros en nuestras
tareas puesto que cambiamos
frecuentemente de metas.
4. La
falta de perseverancia: nos
hace incapaces de afrontar
la adversidad y poco resistentes
ante el fracaso, se refleja en la incapacidad
para aplazar la recompensa
y poco carácter para afrontar
el esfuerzo.
5. Excesiva perseverancia: esta limitación nos conduce a anclarnos en situaciones y metas de manera
obstinada; nos quedamos en la búsqueda de
resultados sin ser capaz de cambiar
procedimientos y métodos; nos
aferramos una meta estancándonos en
ella limitando la capacidad de flexibilidad y adaptación a nuevas situaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario