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martes, 21 de enero de 2014

Formación y desarrollo: INTELIGENCIA EJECUTIVA PARA EJECUTIVOS.

Tal vez muchos de los errores educativos que hemos padecido proceden de haber intentado educar la inteligencia cognitiva, proporcionando conocimientos a los niños, y la inteligencia emocional, intentando fomentar sus sentimientos agradables, pero descuidando la educación de la inteligencia ejecutiva. 
(José Antonio Marina)

Inteligencia  ejecutiva para ejecutivos.


Ser un directivo en cualquier ámbito del mundo empresarial es una tarea  que está ligada  de manera directa  con la  toma  de  decisiones y  la  constante  ejecución de  acciones orientadas a la  consecución de metas y objetivos  estratégicos.

Realmente la  responsabilidad de dirigir una organización,  no es una tarea fácil,  y  además se  hace  más  pesada  cuando no contamos  con ciertas  habilidades directivas  que  provienen de un  adecuado desarrollo de nuestra inteligencia  ejecutiva; razón por  la cual, podemos experimentar que sabemos algo, lo hemos  estudiado y tenemos  el conocimiento  teórico que se  requiere para dar  solución a un problema o realizar  una  tarea, pero encontramos  un abismo entre  ese conocimiento y  su  ejecución; de manera que  terminamos  paralizados a la hora  de actuar. El cierre  de  esa brecha entre el  concomimiento y la capacidad de  hacer algo  con el conocimiento, es  precisamente la  inteligencia  ejecutiva, que nos lleva a la acción puesta en marcha.

Por  mucho  tiempo se  pensó  que  la  educación  de  la  persona  consistía en la  adquisición de  conocimientos  que  llenaran  el  cerebro de información y  conceptos, considerando  que  lo  más importante  era  desarrollar  en el sujeto la inteligencia  cognitiva;  de  ahí  que  se  llegara  a  pensar  que  lo  fundamental en la vida era  ir  a la  escuela y  a la universidad para  aprender  muchas  teorías  y así tener  los  conocimientos  requeridos  para  ser  exitosos en  una  carrera  profesional. No obstante podemos  encontrarnos  con muchas  personas cargadas  de  conocimientos  y títulos pero  poco efectivas  a la hora  de  desarrollar  su  carrera  profesional.

Posteriormente  se le empezó a  dar mayor  importancia al  desarrollo de la inteligencia emocional descubriendo  que no  era  suficiente  que  la  persona  tuviera  muchos  conocimientos, sino  que era más importante  su  capacidad  de  relacionarse con los  demás  a  partir  del control de  sus emociones,  o  la  autorregulación, dándole  fundamental importancia a  la inteligencia  del sentir.

No obstante, a  pesar  de  la importancia que  tienen el desarrollar la inteligencia del  saber  y  la  inteligencia del  sentir, los  estudios neurológicos y pedagógicos se  orientan por una  tercera  pata de un  trípode  sobre  el cual se  soporta  la inteligencia  humana;  de manera  que  no es  suficiente saber y sentir, sino  que  es  fundamental  la inteligencia que  le  permite a  la  persona  ejecutar con lo que  siente  y  con lo que  sabe. Es  así que autores  destacados en este  reciente tema, como el filósofo de la  educación José  Antonio Marina, definen la  inteligencia ejecutiva como: “aquella inteligencia que dirige y decide todos los procesos de evaluación del cerebro”. Pues no es  suficiente  regular  las  emociones  sino aplicarlas en la  vida  a  situaciones  concretas  que le permitan  a la  persona  tomar  mejores  decisiones.

Desarrollar la inteligencia ejecutiva es la clave  para la  organización y el desarrollo del  talento  humano que nos  permite mayores  resultado en el desempeño  de  nuestra  carrera  profesional.  La  inteligencia  ejecutiva nos permite tener la  inteligencia  práctica que  requerimos para  afrontar  problemas en nuestras  labores, de manera que no  solo somos capaces de  plantear  la  solución teórica   de un problema, sino que somos  capaces de ejecutar  la  solución. Esta inteligencia nos permite dirigir nuestros conocimientos  y emociones  hacia la  consecución de metas.

Ahora bien para el desempeño de una responsabilidad directiva, es  fundamental el  desarrollo de esta inteligencia ya que permite afrontar  situaciones  que  nos  afectan impidiéndonos  un pleno desarrollo personal y profesional, las cuales  se  reflejan en  limitaciones o patologías  como:

1.    No poder inhibir  la  acción: lo cual implica un excesivo impulso  por la  actividad, haciendo de nosotros  personas  compulsivas ante el activismo,  siempre  tenemos  que estar  haciendo cosas, nos  dejamos  llevar  por las emociones, reaccionamos  de manera  inmediata  ante  todo.
2.    La inercia: al otro lado del  cuadrilátero  está la  actitud totalmente  contraria que implica  la incapacidad  para iniciar algo, excesiva  reflexión, muchas teorías y conocimientos pero  poca  operatividad.
3.    Cambio permanente de  metas sin alcanzar  logros. Esta limitación  está  relacionada con nuestra inestabilidad  ante  las metas que nos proponemos, de manera que no somos constantes ni  le damos continuidad  a lo que iniciamos,  de ahí  que  no  alcanzamos logros en nuestras  tareas   puesto que  cambiamos   frecuentemente de metas.
4.    La falta  de perseverancia: nos  hace incapaces de afrontar  la  adversidad y poco resistentes ante  el fracaso, se refleja en la   incapacidad  para  aplazar  la  recompensa y poco carácter  para  afrontar  el esfuerzo.
5.    Excesiva  perseverancia: esta limitación nos conduce   a anclarnos  en situaciones y metas de manera obstinada;  nos  quedamos  en la búsqueda  de  resultados sin ser  capaz de  cambiar  procedimientos y métodos; nos  aferramos  una meta estancándonos en ella limitando la  capacidad  de flexibilidad y  adaptación a nuevas  situaciones.


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