“La Marca Personal no es la venta de uno mismo.
Sino todo lo contrario. Se trata de aprender a vender nuestro trabajo para no
tener que vendernos nosotros”.
(Andrés Pérez
Ortega)
Así como la marca de una empresa o un producto logra posicionarse en la mente
de los consumidores,
los seres humanos logramos posicionarnos en la mente de los
demás ya sea como personas o como profesionales; es decir cada persona es
percibida de manera
individual y adquiere una identidad que le permite diferenciarse en
medio de otros; no obstante, no basta
con tener una marca, lo realmente
importante es tener un buen posicionamiento y una buena reputación de
nuestra marca personal.
Marca y reputación están estrechamente relacionadas,
de ahí que el posicionamiento y reputación de una marca sean el reflejo de
su coherencia en el tiempo. La
reputación no es solo
cuestión de imagen y de
fachada, el buen posicionamiento de nuestra marca personal es el resultado de un proceso de integridad en el que se mezclan nuestro ser, principios, valores,
capacidades, conocimientos; con nuestro
actuar y nuestra manera de hacernos percibir por los demás;
es decir el ser y el parecer están interrelacionados.
Es probable que
incurramos en la tentación de querer trabajar solo por la apariencia a través
del engaño o técnicas para vender imagen, pero la incoherencia de una
falsa imagen que no corresponde a un sólido proceso de identidad o marca, conducirán a que tarde
o temprano la falsa imagen se
derrumbe, al respecto dice el evangelista san Lucas (9,16): “Por sus frutos los
conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos".
Si queremos trabajar
nuestra reputación y la percepción que los
demás tienen de nosotros como
profesionales es importante pagar el precio sin querer hacer atajos por lo que
se hace necesario trabajar primero en la consolidación de nuestro ser que traerá como consecuencia el parecer.
Para
tal fin comparto cuatro ideas que tocan aportes de profesionales del mundo empresarial y del
marketing especializados en el tema de marca
personal, entre los cuales destaco a Dan
Schawbel definido por The New York Time como el gurú de la marca personal y Andrés
Pérez Ortega, autor del libro Marca personal, consultor de empresas en gestión de Branding personal, conferenciasta y
profesor en varias escuelas de negocio.
1. Identifiquemos
nuestra propuesta de valor. Afirma Andrés Pérez
“que es lo primero que tenemos que hacer
e identificarlo es dejar de ser marca
blanca o un empleado commodity”. Nuestra propuesta
de valor es aquello a lo que nos dedicamos y con lo que contribuimos a la empresa, lo que aportamos en el trabajo para transformar, mejorar, disminuir e innovar en los procesos, problemas y proyectos
organizacionales. Nuestra propuesta de
valor se
soporta en nuestros puntos fuertes que nos permiten destacarnos y
diferenciarnos de los demás porque lo hacemos bien, porque
somos confiable, porque somos útiles, solícitos y
tenemos una manera efectiva (eficiente
y eficaz) de hacer algo, dice el libro de los proverbios
(22, 29): "¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de
los reyes estará; no estará delante de los de baja condición".
Como acción fundamental
para identificar la propuesta de
valor está el autoconocimiento en
el que podemos descubrir nuestras
fortalezas, lo cual implica examinarnos para mirar en las experiencia de
la vida y el trabajo aquellas competencias que tenemos y que hemos ido
descubriendo.
2. Perfeccionemos
nuestra propuesta de valor. El
mundo de la empresa evoluciona con la misma
rapidez que evoluciona la sociedad, los cambios son permanentes y exigen del empleado la
actualización y el perfeccionamiento de
sus competencias, si nos estancamos, otro lo hará por nosotros o
nos remplazará una máquina, por ello necesitamos
evolucionar en nuestra propuesta a
través de la actualización, la practica permanente, la innovación, la autoevaluación
y
la formación continua.
Dice
el refrán popular que la práctica hace al maestro, y dicen los
expertos que quienes perfeccionan
un arte necesitan al menos diez mil horas
de práctica, de ahí que la
práctica continua es fundamental para que nuestra
propuesta de valor se perfeccione cada día más.
3. Comuniquemos
nuestra propuesta de valor. Dice el evangelio de Mateo(24,14-30) que aquel hombre
que recibió los talentos y
los enterró fue despojado de ellos y se los entregaron al que tenía más, puesto que no hizo uso de ellos; de igual manera, quien tiene
capacidades y las esconde sin comunicarlas
es como si no tuviera nada. La mejor manera
de comunicar es poner al servicio
las capacidades con humildad, pero con
confianza en sí mismo.
Comunicar nuestra marca es
hablar bien de notros, haciendo buen uso de los medios de comunicación, de las redes
sociales compartiendo nuestros conocimientos y experiencias, es saber mostrar la mejor imagen de lo valioso que poseemos,
pero sobre todo es mostrarnos aportando lo que tenemos a través del servicio y buen desempeño en la empresa. Comunicar lo mejor de nosotros a través
del servicio es la mejor manera de ganar buena reputación; cada vez que lo hacemos, dejamos una huella que es nuestra marca
personal.
4. Seamos
constantes en el tiempo. Implica
la permanencia de nuestra propuesta de
valor en el tiempo haciéndonos confiables. La constancia es fundamental para todo proceso de éxito en la vida, ya que revela nuestro
carácter, refleja nuestros valores y
permite descubrir nuestros principios, quizás esta sea la
parte más difícil del proceso, es en esta parte
donde muchos se quedan en el camino haciendo parte del montón,
mientras los que
logran una buena reputación se
desmarcan y ocupan un lugar especial que les
hace diferentes. Dice San Pablo (1Co 9,24): ¿No sabéis que los que
corren en el estadio, todos corren, mas uno solo se lleva el premio? Corred de
tal manera que lo obtengáis. la constancia, en la carrera de la vida es el pasaporte al exito de esa propuesta de valor que nos hace diferente y que hemos sabido comunicar.
Fundamental para la constancia es trabajar nuestro carácter,
desarrollar hábitos que mantengan
nuestra motivación y nos ayude a
perseverar en los momentos de adversidad, si alcanzamos constancia alcanzamos el éxito
como dice Santiago en su carta (1,4): “Y la constancia debe llevar a feliz término
la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada”.
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