“Todo
depende de los
ojos con que se mire”
(Eduardo Punsent)
La mirada 10/90: un problema de visión que va más allá de los ojos.
Muchas personas en la vida hemos experimentado que al hacer algo nos hemos equivocado en un punto de lo que teníamos que hacer; de manera que el 10% quedó por mejorar y el 90% lo realizamos bien; sin embargo la reacción de nuestro conyugue, compañero de trabajo, jefe, amigo o líder espiritual es de crítica centrada en el 10% por mejorar, olvidando el 90% que realizamos bien; lo que termina generando en nosotros una sensación de frustración o malestar; especialmente cuando esta situación es reiterativa.
Esa tendencia a
enfocarse en lo negativo, o en
las debilidades de los
demás, ignorando la otra parte positiva es lo que yo he denominado
la mirada 10/90; actitud que manifiesta un excesivo
perfeccionismo o una exigencia intolerante hacia las fallas
de los demás; centrándonos solo en lo que no está bien e ignorando todo lo bueno que la
otra persona ha realizado.
Podemos comprobar que
cuando somos vistos y tratados
con la mirada 10/90
experimentamos una sensación
de frustración y molestia; por ello; conocedores de lo desagradable que es ser
analizados solo por lo
negativo, lo primero que hemos
de hacer es comenzar a cambiar nuestra mirada a una mirada 90/10;
es decir mayor concentración en lo positivo que en la falencia; en consecuencia comencemos por cambiar nuestra mirada si queremos que
los demás la cambien con nosotros, pues
al respecto decía Jésús: “Así que, todas las cosas
que queráis que
los hombres hagan con vosotros,
así también vosotros haced con ellos;
porque esto es la ley y
los profetas”.
Dice Pablo en la
carta a los Filipenses: “Nada
hagáis por contienda o por
vanagloria, antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como
superiores a sí mismos”. En tal
sentido es necesario esforzarnos por aprender a dar adecuada retroalimentación
a los demás, lo cual implica tener como
base el amor, la humildad y la estima; tratando al otro con afabilidad de modo
que manifestemos misericordia y busquemos su bien y crecimiento integral; pues
este es el fin de la corrección
fraterna; antes que hundir al otro en sus
debilidades se trata de ganarlo.
Fundamentados
en la humildad y el amor; una
manera de dar retroalimentación es comenzar
diciendo algo bueno de la
otra persona, para después hacer
énfasis con precisión y claridad en lo que hay que mejorar, o en la falla, terminando siempre con un aspecto positivo y una recomendación; así la otra persona no sentirá que
se le ha llamado para atacarlo
y la
conversación terminará con una
emoción positiva.
Cuando
nos centramos excesivamente en lo negativo de la otra persona es importante analizarnos a
nosotros mismos, ya que dicía también Jesús: “De la abundancia
del corazón habla la boca”;
en tal sentido nuestras expresiones, palabras y actitudes son el reflejo de aquello que hay en nuestro corazón y que muchas veces nos cuesta
aceptar, y por ello terminamos
rechazándolo en las otras personas; nos centramos en la paja
del ojo de la otra persona para no analizar la
viga que hay en
el nuestro. En términos de la psicología,
el psicólogo Carl Jung lo denominaba la sombra que actúa
en el inconsciente y que se refleja mediante la culpa en la cual rechazamos en los demás
aquello que no aceptamos en nosotros mismos.
Es
necesario que nos esforcemos por cambiar nuestra manera de ver a los demás; si
cambiamos el lente cambiamos la percepción que tenemos de la otra persona,
cambiamos nuestros juicios sobre sus
acciones y por ende nuestra manera
de relacionarnos con ella.
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