“La
idea de asumir responsabilidad y hacerlo, hacer que suceda, encierra un gran
poder”.
(Stephen Covey)
¿Víctima o responsable?
Es verdad
que en muchas ocasiones la
vida parece conspirar contra nosotros; la adversidad
llegan a nuestra
casa como nuestra única invitada, sentimos que
los demás quieren oponerse a nosotros y nos
hacen infelices, que las demás personas
y las circunstancias externas son las
responsables de que nuestra vida
sea fracasada. De ahí
expresiones como: estoy así por
culpa de…; tú eres el culpable
de que yo…estas y muchas otras
expresiones son el reflejo de
nuestra manera de pensar que la infelicidad es por culpa de
otras personas, y las
circunstancias que nos rodean.
Frente a
la realidad podemos situarnos
desde dos perspectivas que son como
dos tipos de
lentes con los cuales podemos ver la vida de
maneras distintas. La forma como veamos la vida nos permite entender que el
agua caliente que endurece un huevo,
es el mismo agua que
ablanda una zanahoria. En tal sentido, ante la vida y sus
circunstancias podemos sentirnos víctimas o podemos sentirnos
responsables. Ver la vida con los lentes del victimización o ver la vida con los lentes de la
responsabilidad.
¿Qué implica
afrontar la vida desde la
responsabilidad y no
desde el victimización?
Para responder
a esta importante
pregunta, tendré presente
algunos aportes y reflexiones desde la psicología, la espiritualidad y
la filosofía entre muchas otras disciplinas
que buscan entender el
comportamiento humano y la vida.
1.
No se
trata de que no
duela la
realidad adversa, se trata de lo que hacemos con el dolor, cómo reaccionamos y qué hacemos
para superar el dolor.
Encontrarse en medio de situaciones adversas, enfrentar el ataque
de una persona que
quiere lastimarnos, experimentar las
vicisitudes de la vida; son situaciones que
dentro de un proceso normal suscitan
dolor o tristeza. Para no sentirlo
tendríamos que ser maquinas sin emociones ni sentimientos. La clave de este proceso está en la reacción que
cada persona puede tomar para no
dejarse hundir por el
dolor, para identificar las
oportunidades que esa situación trae consigo, para buscar
el apoyo espiritual y humano que
le ayuden a superar el dolor.
En ese
espacio que hay entre
la emoción, suscitada por un
estímulo, y la reacción, es donde entra
la responsabilidad, es ahí
donde el ser humano tiene la posibilidad de
elegir cómo reaccionar, cómo seguir sintiéndose; elige si se queda
con el dolor, si guarda un resentimiento,
si guarda odio o tristeza. Esto es lo que
Víctor Frank llama la
libertad última del hombre.
2.
Mirar la vida
desde el amor y no desde el
miedo. Cuando miramos la
vida desde el amor vemos el mundo diferente; vemos el
universo lleno de oportunidades y de bendiciones, miramos el mundo
con abundancia, nos sentimos
responsables de construir, de servir, de contribuir y de
compartir. Sentimos que el mundo no es perfecto pero nos sentimos responsables de
contribuir a su transformación, somos conscientes que Dios
nos hizo administradores de la
creación y nos dotó de
capacidades para administrar y
ser cocreadores con responsabilidad.
Por el contrario, cuando miramos el mundo desde el miedo sentimos que somos víctimas de las desdichas, que nada es suficiente, que todo es escaso, que el otro es un enemigo que viene en mi ataque, que merecemos que todo esté a nuestro favor y sí no es así entonces somos víctima de un mundo que confluye contra nosotros, por eso nos escondemos, nos paralizamos, somos reactivos para defendernos del que nos ataca, o sencillamente nos sometemos a las circunstancias de la vida porque el mundo es así y nosotros somos sus víctimas, condenamos a vivir sometidos.
Por el contrario, cuando miramos el mundo desde el miedo sentimos que somos víctimas de las desdichas, que nada es suficiente, que todo es escaso, que el otro es un enemigo que viene en mi ataque, que merecemos que todo esté a nuestro favor y sí no es así entonces somos víctima de un mundo que confluye contra nosotros, por eso nos escondemos, nos paralizamos, somos reactivos para defendernos del que nos ataca, o sencillamente nos sometemos a las circunstancias de la vida porque el mundo es así y nosotros somos sus víctimas, condenamos a vivir sometidos.
3.
Ser proactivo y no reactivo. La carencia
de proactividad es en muchas
ocasiones la causa
de las desdichas de nuestra
vida, por ello quienes son
proactivos son capaces de
transformar su entorno,
de influir sobre los
que están a su lado para conllevarles
a cambiar todo aquello que les afecta negativamente, la proactividad anticipa la dicha
y previene la desdicha, conduce
a una actitud optimista
frente a la vida buscando las oportunidades aun en las
circunstancias más adversas. Ser proactivo es
ser responsable es sentirse
parte del cambio, es sentirse
comprometido con el bien y responsable
ante el mal.
Por su parte la reactividad conlleva a esperar que todo venga del exterior, conduce a la permanente queja ante la adversidad, quien es reactivo no mira las vicisitudes como un reto, sino como una injusticia que le hace sentirse víctima para permanecer pasivo ante el entorno.
En sí
ser víctima o ser
responsable es una
elección humana. Ser responsable
es una decisión de la persona que
es capaz de
multiplicar el talento recibido por dios sin llegar a
enterrarlo por no haber
recibido diez, es
multiplicar el talento recibido haciendo de la situación una
oportunidad de crecimiento, de madurez y de
aprendizaje.