COMPARTIENDO CONOCIMIENTO





La vida es un caminar...
y cada día que pasa un avanzar.

jueves, 7 de enero de 2016

Formación y desarrollo: LA PORCIÓN DE LA COSECHA ES LA MEDIDA DE LA SIEMBRA.

“Da lo que tienes para que merezcas recibir lo que  te  falta”.
(Agustín de Hipona)



La porción de  la cosecha es la medida de la siembra.

Con el paso del tiempo he  ido comprendiendo que  la  vida  es una constante  siembra en la que  el ser humano cada  día recoge  los  frutos  de  lo que ha sembrado en sus  días pasados. De manera  especial las  relaciones interpersonales, con Dios y consigo mismo son una siembra permanente  en la  que  podemos  ver los  frutos de lo que hemos sembrado y  cultivado;  al respecto me impacta un verso  de la  Biblia en la segunda  carta de Pablo a los Corintios que  dice: “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra  generosamente, generosamente  también segará”; por  eso lo que  damos a otros a nosotros nos  lo damos; y lo que negamos a los demás, a nosotros nos lo negamos.

Cada  vez que dedicamos tiempo estamos sembrando. Dedicar  tiempo a  Dios es  sembrar  en nuestra  vida de fe, dedicar  tiempo a las personas es cultivar las relaciones interpersonales, dedicarnos tiempo para nosotros mismos es cultivar nuestro desarrollo personal.

En las relaciones interpersonales el tiempo que dedicamos a otras personas para escucharlas, saludarlas e  interesarnos por  ellas es una  siembra que  fortalece la  relación, que permite cultivar en el corazón de la  otra persona un valor trascendental  mediante el cual podremos recoger los frutos en cualquier momento de la vida.

Muchas veces servimos a otras  personas o damos una ayuda desinteresada a  alguien  sin recibir  nada  a cambio y erróneamente podemos pensar que no tiene ningún significado lo que hemos  hecho; no obstante, todo lo que hacemos tiene que ver con el proceso de  causa efecto, si damos a otros nos  damos  a nosotros  mismos, porque lo que  compartimos nos  produce frutos espirituales y materiales, por algo  dice también la Biblia en el libro de los Hechos: “Hay más  alegría en dar que en recibir”.

En el mismo sentido aplica  esta  ley espiritual con el efecto contrario, cuando somos  mezquinos recibimos  mezquindad, el mal que hacemos a otros es el mal que nos hacemos,  lo que le  quitamos  a  otros no lo quitamos  a nosotros mismos porque  así serán  lo frutos  que vamos  a  recoger.

El bien que  recibimos en esta  vida y el gozo de disfrutar  el bien recibido,  es el  fruto de lo que sembramos y  cultivamos día  a día, y este  principio no tiene  atajos, como el campesino que no puede  exigirle  tomates a un árbol que no ha sembrado y regado, nadie  puede exigirle los  frutos a una relación que no ha cultivado, equivocadamente muchas veces buscamos  recibir  sin dar, y esto es tan ilógico como decirle a una planta que  cuando nos  dé frutos entonces la  sembramos y la regamos, ¿Tendría sentido pretender que ella nos dé frutos y después sembrarla y cuidarla?

 En el campo de la fe Dios nos da el mayor ejemplo, él nos amó primero y no porque nosotros le hayamos amado primer a  él, pero si no le amamos y cultivamos nuestra relación con El, no podemos experimentar  el gozo de su amor y los bienes de una  vida  abundante que se experimentan mediante una  estrecha  relación de  fe con El, es decir si no regamos el árbol no podemos saborear los  frutos que este  nos ofrece.

 Quizás esté pensando que  ha servido a  muchas personas y estas nunca le sirven a usted, que usted hace el bien a alguien y esta persona no le trata igual. Permítame  decirle que el principio no se ha dejado de cumplir y usted no ha perdido su siembra.

¿Alguna  vez  ha  recibido un bien, una  ayuda o servicio de  alguien que no conoce, de alguien que sin usted  esperar le ha permitido recibir los frutos  de un árbol que no ha  sembrado? Pues justamente esos frutos son los frutos de lo que usted ha sembrado en otros, porque  de esta manera opera la abundancia del bien, de esta manera es como circulan los frutos, pues si solo sirviéramos, ayudáramos o compartiéramos con los que nos  sirven, ayudan o comparten con nosotros viviríamos en un círculo cerrado, la abundancia de los  bienes estaría  limitada y encerrada.