No he fracasado, he
encontrado 10.000 soluciones que
no funcionan.
(Tomás Alva Edinson)
Éxito y fracaso en el trabajo.
La
vida está llena
de constantes resultados
de éxito y fracaso, son experiencias que
aparecen en la vida como dos caras
de una misma moneda. En algunas
ocasiones podemos sentir la complacencia de
haber alcanzado nuestros
objetivos; como en otras ocasiones
podemos experimentar la sensación
de frustración o tristeza
de no haberlo podido lograr; en
tal sentido, en la vida laboral nos sucede lo mismo, podemos ver el éxito de nuestro trabajo como también podemos experimentar la
amargura de no alcanzar los objetivos. Éxito y fracaso son situaciones de la vida que todos llegamos
a experimentar pero que necesitamos
gestionar adecuadamente.
A
veces pensamos que todo en nuestra vida tiene
que ser éxito, nos
obsesionamos por vivir permanentemente en él y cuando llega
el fracaso lo rechazamos y
pensamos que es absolutamente negativo. Tan importante es saber
manejar el éxito como saber
manejar el fracaso, tan importante
es experimentar el uno
como experimentar el otro ya que cada
una de estas
experiencias nos ayudan
a formar nuestro carácter
aportando algo a nuestra madurez
humana y profesional.
Gestionar
el éxito en nuestro trabajo implica tener
la humildad para no sentirnos superiores a
los demás cuando las cosas salen
bien en nuestros logros individuales,
comprendiendo que nuestras capacidades son un don que necesitamos saber
explotar; es saber reconocer
el esfuerzo y el aporte de otros en la
consecución de los objetivos comunes; es tener la
madurez de vivir el éxito sabiendo que
todo es un ciclo y no nos podemos quedar complacidos con lo que ya
hemos logrado puesto que la
vida laboral es dinámica
y nos plantea retos
permanentemente, cuando el éxito llega
es cuando el trabajo nos exige
más ya que necesitamos sostenernos y avanzar en la cúspide
de
nuestros logros.
Por
otra parte, cuando llega el fracaso también hay que
gestionarlo. Primero que todo es
importante reconocerlo, sin negar la desventura,
no hay porque esconder o negar
nuestros fallos, hay que
sentir y pasar el duelo de no alcanzar
nuestras expectativas, lo que implica
un alto grado de madurez y de humildad
para reconocer las equivocaciones
y el no cumplimiento de nuestras expectativas; hay
que asumir la
responsabilidad en su justa
medida sin negar nuestra parte culpando a otros
de nuestras fallas, pero tampoco
victimizándonos y cargándonos toda
la responsabilidad juzgándonos
desmedidamente hasta hundirnos.
Cuando
el fracaso llega las cosas ya están dadas y frente a
ellas no podemos hacer nada, por
ello hay que asumirlas como son para tomar
medidas correctivas y sacar
aprendizajes de lo que ha sucedido, si cambiamos la mirada
fatalista por una mirada de superación podremos ver que del
fracaso se aprende, se crece y se
madura personal y profesionalmente
en la medida que sabemos
superar las desventuras y salir adelante.
En
relación con nuestro desarrollo profesional,
cada experiencia de éxito
y fracaso en nuestra vida laboral, es como
un ladrillo que vamos poniendo en la
construcción de nuestro currículum
vitae
donde el verdadero
valor está en los aprendizajes
que cada uno de nosotros logremos
sacar, con lo cual respondemos a una
pregunta clave de cualquier entrevista de
trabajo: ¿Cuáles han sido sus principales logros y fracasos? Pregunta que tiene como
fin, no solo que contemos que tan exitosos o
fracasados hemos sido; sino,
lo que hemos aprendido de las experiencias más relevantes
de nuestra vida.